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Consciente de mi cuerpo, inspiro. Sonriendo a mi cuerpo, espiro.

 

CONSCIENTE DE MI CUERPO, INSPIRO

SONRIENDO A MI CUERPO, ESPIRO.

Siento que soy capaz de escuchar a mi cuerpo, de la misma manera que puedo escuchar al bebé cuando llora, sufre o necesita mi ayuda.

Mi sensibilidad está ahí. No anda lejos.

Pero el exceso de confianza con nuestro cuerpo se vuelve contra nosotros con demasiada frecuencia.

El pozo de nuestras emociones almacenadas de mala manera en las profundidades de nuestro interior sufre en silencio.

Cuando nuestro cuerpo o nuestras emociones hablan, lloran o sufren,  reclaman nuestra atención, piden la presencia de esa sensibilidad tan solicitada y buscan un poco de conciencia, de compasión.

Para nutrirnos correctamente hay que practicar la escucha profunda. El ronroneo de nuestras tripas, las palpitaciones sexuales, los vacíos abismales, el dolor profundo, la atracción fatal, el miedo, los temores o tantos otros indicadores claman por ser escuchados como se merecen.

No fuéramos a confundirnos.

Siempre es mucho mejor llamarle a cada uno por su verdadero nombre.

Thay nos sugiere que, cuando vayamos a comer un helado, lo miremos profundamente para notar su temperatura, inspiremos profundamente para reconocer  su sabor, oliéndolo con intención reconozcamos su textura, escuchándolo con atención disfrutemos sus colores y tocándolo amorosamente podamos recoger los primeros chorreones del deshielo. Comer un helado puede ser un momento de meditación profunda, una experiencia única que no hay que confundir con emociones provocadoras que puedan alterar  tan bonita y placentera experiencia.

Comer un helado es comer un helado y siempre sienta bien (proverbio vietnamita).

Comer emociones es cometer un acto de inconsciencia y casi siempre sienta mal (proverbio de la plena conciencia).

Los discípulos de mis maestros también son mis maestros

 

Como tú.

Sin ir más lejos.

Y me mirarás extrañado. Tanto, como cuando Thay nos recuerda que el verdadero maestro está en nosotros mismos. Mirarás con cierta desesperanza de no saber por dónde empezar, dónde mirar, dónde ir a beber o dónde apoyarte.

Un día fuiste capaz de abrir tu corazón y dejar salir tu sufrimiento en forma de palabras, para ser compartido en el círculo del Dharma. Esa fue tu primera enseñanza. Esa tal vez, fue mi primera inspiración. Dejaste claro que es posible, porque no fueron las bonitas palabras del orador las que lo permitieron, sino tu valentía, tu apertura y la confianza en ti misma.

Otro día hiciste tu pregunta con todo su sentimiento. Esta no tenía retórica ni base científica que la elevara a la excelencia. Fue simplemente la expresión de tu lío, de tu apego o de tu malestar. Qué claro me quedó, aún habiendo olvidado la respuesta que nos brindó el maestro, qué claro me quedó saber que siempre hay una salida para ventilar el sentimiento que llevamos dentro.

O aquella ocasión en la que me abrazaste y tan siquiera sabías mi nombre. Pero yo sentí tu reconocimiento, tu presencia y tu respiración. Qué bonita enseñanza fue aquella en la que sentí la incondicionalidad del que todo lo abraza con amor.

Hablé durante mucho rato y no recibí de ti  juicio alguno, ni tan siquiera tuve que pagar con el equivalente del tiempo disfrutado. No hubo consejo, ni reproche, ni tan siquiera invitación de cierre. Ese día aprendí de ti que la escucha profunda es una buena  sanadora del alma. Algo que había oído decir pero que obviamente sólo puede ser aprendido con la práctica.

Tú, que compartes mi maestro, aunque no ostentes ningún título, puedes seguir enseñándome cuantas debilidades y torpezas haya en ti, para que yo también pueda aprender a reconocer las mías. Aparecerás por la puerta de atrás para no herir mi ego y aunque con ello no ahorraremos nada, siempre me resultará más fácil rendirme a la honestidad y a tu sencillez.

Aprendemos de maestras, de maestros, de hermanas y hermanos mayores y de todo tipo de menores, aprendemos de nuestra propia experiencia y observación, aprendemos incluso de las plantas, animales y minerales, siempre que somos capaces de mirar con los ojos limpios.

Gracias por estar ahí.

Tu dolor es mi dolor

 

Cuando oigo tus gritos, si agudizo mi escucha,  siento el susurro de tu sufrimiento. Te miro profundamente y comprendo que me resulta más fácil ver  tu rabia, que no la mía.

Aceptando  tu malestar, me acerco a ti, y me ayuda a comprender que los dos estamos ahí.

Cuando en mi comunidad, familia, grupo de trabajo o de amigos hay enfrentamientos  o conflicto, puedo notar el malestar que corre por mi interior. A pesar de que la bronca no vaya conmigo, aunque no sea yo el aludido, aunque nadie mencione mi nombre, yo estoy ahí, consumiendo dolor.

Cuando el conflicto estalla produce un estruendo terrible y aunque sea sólo por el ruido que emite, nos ayuda a reconocer que algo no anda bien. Puede dar pereza o miedo, pero habrá que ocuparse de ello. Cuando el conflicto subyace oculto entre banalidades, posturas y discursos, un castigo se cierne sobre nosotros. Es el castigo de la incomprensión. Dolor sin nombre. Discusiones sin destino. Sufrimiento gratuito.

Thay siempre nos recuerda que no va a ser fácil, que la hermandad es lo más bonito que podemos generar entre nosotros porque es un  fruto exclusivo del árbol del amor.

Y de la dificultad surge su esplendor.

Nuestra práctica lleva adscrita la ilusión por la vida. Siempre tenemos la esperanza de que la compasión brote e invada los espacios oscuros de nuestras relaciones. Creemos en nuestra capacidad de amar, abrazar y entender que tú sufrimiento es mi sufrimiento.

Si no me hablas, me estarás castigando con el duro reto de la indiferencia.

Si me hablas de lo que no sientes,  estarás traicionando nuestros corazones.

Si hablas descontroladamente, podrás distraer la razón, pero nunca a nuestro sentimiento.

Afrontar un conflicto no es tarea fácil, mil dudas y temores nos sobrecogen. Abrir nuestro corazón y buscar la comunicación sincera es el camino de la práctica de la Plena conciencia.

Armonía en nuestro hogar / Alegría en el mundo

Las frases de práctica son unos pareados que tradicionalmente se escriben para el Año Nuevo Lunar (o Tết en vietnamita), que se celebran todos los años en Plum Village.

Nos hace felices publicar las nuevas frases de práctica de Plum Village para celebrar el próximo Año Nuevo Lunar del Cerdo. La frase es un regalo poético que podemos imprimir y poner en una pared como recordatorio para practicar la plena conciencia.

 

Se puede combinar el pareado con la respiración. Por ejemplo, podemos contemplar el primer verso, “Armonía en nuestro hogar” mientras inhalamos, y el segundo verso “Alegría en el mundo” mientras exhalamos. Estas palabras no son una mera declaración: son una aspiración de vida que deseamos alentar.

En los centros de práctica de Plum Village de todo el mundo, imprimimos estas caligrafías (manteniendo la forma de diamante), las pegamos en tarjetas de colores y las colocamos en los comedores, en las salas de meditación y en las habitaciones como preparativo para celebrar el Año Nuevo Lunar. Las colgamos (con la ayuda de un pequeño hilo de algodón) de ramas ya florecidas de membrilleros japoneses y ciruelos con las que alegramos nuestras habitaciones.

Una antigua tradición renovada de forma creativa.
Los pareados para el Año Nuevo son una antigua tradición en Oriente, especialmente en Vietnam y China. A menudo se escriben sobre papel rojo y se pegan en marcos de puertas, dinteles e incluso sobre las herramientas de labranza para invocar buena suerte el próximo año. Las caligrafías de maestros espirituales son especialmente populares. El pareado tradicional escrito en caracteres chinos es un arte magistral, una especie de profundo y conciso contrapunto en forma escrita.

Thay ha establecido la tradición de ofrecer a la sangha la caligrafía de un sencillo pareado en vísperas del Año Nuevo Lunar y así inspirar y nutrir nuestra práctica de plena conciencia. La innovación de Thay ha sido ofrecer el pareado en inglés, en francés y en vietnamita, en lugar de hacerlo en caracteres chinos. La comunidad de Plum Village es muy feliz por dar continuidad a esta hermosa tradición.

Te invitamos a unirte a nosotros en esta práctica. Puedes imprimir y colocar los pareados (en inglés, francés o vietnamita) en la nevera, sobre una puerta o cerca de los interruptores de la luz como un recordatorio de buen augurio. De esta forma, serás consciente de su mensaje y podrás cultivar tu frescura aplicándolo en la vida diaria. Puedes hacer volar tu creatividad y descubrir nuevos sitios y formas de publicar y practicar estas frases. Si las pones en el marco de la puerta de tu casa o en el espejo del baño, podrás verlas antes de iniciar un nuevo día.

En Plum Village, siempre colocamos los dos diamantes en pareja, uno cerca del otro (puede ser uno sobre otro o al lado del otro) generalmente en puertas, ventanas y paredes.

Esperamos que este nuevo pareado te brinde a ti y a tus seres queridos inspiración y nutrición para el Año Nuevo. Este año la caligrafía es del maestro thay Phap Huu.

Descargar PDF de los versos en diversos tamaños: