La práctica de Thay ruge en mí y me mece al mismo tiempo, dependiendo de mis estados emocionales, de mis historias, es capaz de hacerme ver con claridad lo que hay frente a mí y de pronto me insta a la duda con su… ¿Estás seguro? Comunicar es para mí, poner algo en común. A veces es con uno mismo, otras entre dos o más personas. El mensaje parece tener una sola dirección (del emisor al receptor), pero si miro profundamente puedo ver en él, siempre, una doble direccionalidad.
¿Qué importancia tiene lo que se transmite si quien lo va a recibir no está en la misma sintonía con su escucha? A menudo siento que hablamos y hablamos como si se tratara de una competición de palabras, ideas, verdades que siempre pretenden tener la razón. Pero me doy cuenta de que de nada sirve tanta insistencia, ni el mejor de los mensajes es útil, si el receptor no está en onda. Con la práctica de Thay he aprendido a reconocer “el poder” que tiene la escucha profunda. Es capaz de apaciguar, acompañar, suavizar o incluso clarificar el nudo gordiano (confusión o sufrimiento) peor explicado. La calidad de la comunicación reside precisamente en la sintonía entre los participantes. Dependiendo de múltiples factores, estaremos atentos a los mensajes cifrados que esconden las palabras, a los gestos inevitables, al sentir y el sufrir que se expresa y se capta cuando estamos realmente en línea. Reconociendo la dificultad que encierra encontrar el grano cuando la paja es demasiado abundante. Hablamos demasiado. Y a menudo no sabemos ni por qué estamos corriendo tanto por encima de nuestras propias palabras e ideas.
Y aquí viene nuestra querida meditación a salvarnos. Soooooooo… Para y respira, dice el maestro. Y aunque parezca muy manido, ahí empieza nuestra primera liberación. Seamos emisor o receptor, no debemos olvidarnos de parar nuestros juicios, pensamientos y palabras y… respirar. Y que bien sienta¡¡Respirar¡¡
Algunos debemos ir a Plum Village durante años, hacer nuestra reserva de plaza, recorrer cientos de kilómetros para que nos recuerden esto tan profundo: para, escucha y respira. Aspiro algún día a poder pasar de curso y optar a niveles más profundos de la práctica.
Si tu eres yo y yo también estoy en ti, ¿porqué no te entiendo cuando me hablas? Os he de reconocer que aquí, en este axioma, me pierdo. Me gustaría que, como otras tantas enseñanzas, con el solo hecho de recitarlas una y otra vez ya produjesen su efecto mágico.
Pero resulta que la práctica de Thay no es mágica. No. No es mágica a priori, solamente tiene poderes extraordinarios a posteriori, después de haber metido la pata una y otra vez hasta que un día, zas¡¡ te iluminas. Te iluminas un poquito y sientes esa práctica en el corazón. Ahí reconoces una parte importantísima de nuestra escucha profunda. El corazón también juega. Juega con todo lo que lleva dentro. Desde los ancestros al momento presente. El sentimiento del interser es a mi dulce entender el elemento más profundo y útil para que la calidad de nuestra comunicación sea positiva y transparente. Sin esa visión profunda nos perdemos la riqueza de la comunicación, por lo menos en lo que concierne a las cosas importantes de esta VIDA.
La estrella polar que nos indica el camino a seguir es aspirar a estar conectados con la esencia de nuestro SER. Esa sintonía ha de ser la comunicación más pura entre humanos (“buenos malos”) Desde esa aspiración podemos ser útiles para traer la PAZ al mundo.
Pep Ràfols, Sangha d’Argentona.
Practicante de las enseñanzas de Thay.