
Querido Thay, querida Sangha
Intentar transmitir las experiencias y sensaciones vividas en este maravilloso viaje parece un proyecto difícil, pero es casi una obligación y desde luego un placer, ya que hemos sentido que toda la sangha ha estado con nosotras en muchos momentos. Os hemos tenido muy presentes y en ocasiones la emoción de sabernos representantes de la sangha española nos ha hecho sentir la experiencia con más intensidad si cabe, de una forma más plena y consciente, y siempre con enorme gratitud.
Este viaje es una peregrinación a las raíces de nuestra práctica, a las raíces culturales y espirituales de Thay y del budismo que nos ha transmitido. A lo largo de algo más de dos semanas hemos podido visitar aquellos lugares en los que nuestro querido Thay dio sus primeros pasos como monje y la cultura en la que creció. Un país que sufrió invasiones y guerras, y cuyas gentes han practicado el budismo desde hace muchas generaciones. Hemos podido conocer el ambiente que se respira en las calles y en las zonas rurales de Vietnam, y hemos reconocido en muchos rostros y en muchos gestos y actitudes lo que hemos podido ver en Thay en tantas ocasiones: su calma, su serenidad, su disposición para ayudar, su bondad.
Son realmente sus raíces, su cultura, lo que favoreció que llegase a ser quien llegó a ser, un grandísimo maestro zen. Y hemos tenido la oportunidad de venir precisamente cuando se celebran dos años del fallecimiento de nuestro maestro, dos años de su continuación. En Vietnam se considera que el duelo por un ser querido dura dos años. Es por esto que las celebraciones y ceremonias que han tenido lugar son tan importantes, porque marcan la transición del duelo por su fallecimiento a venerarlo ya como ancestro, como quinto patriarca del Templo Tu Hien, el Templo Raíz donde él inició su práctica como novicio a los 16 años, y primero de Plum Village, monasterio que fundó y desde donde extendió su práctica a todo occidente.
LLEGADA A HUE
Nuestra llegada a Hue fue un tanto accidentada. El vuelo entre Doha (Qatar) y Ho Chi Minh sufrió bastante retraso, y perdimos el enlace a Hue, así que pasamos varias horas en esta ciudad. El aeropuerto es bastante pequeño y poco acogedor, así que decidimos coger un taxi para poder llegar al centro de la ciudad. Íbamos sin tarjeta SIM vietnamita, tan solo con algo de dinero que cambiamos en el aeropuerto, y nos fuimos a la aventura. Encontramos una ciudad llena de motocicletas, que circulaban aparentemente de forma caótica, pero que fluían sin dificultad, de forma suave y respetuosa. Las normas de tráfico no tienen mucho que ver con las occidentales, allí lo que importa no es la norma que te da derecho a pasar, sino que el tráfico en su conjunto fluya, y todos colaboran, peatones, conductores de motos, de coches, de autobuses, todos se ceden el paso cuando hace falta, sin agresividad ni conflictos, y aunque a veces en los cruces y en las rotondas parece que puede haber riesgo de colisión, todos avanzan y se mezclan sin ningún problema, fluyendo como un río. Un ejemplo del que aprender…
Nuestra estancia en Ho Chi Minh fue una buena manera de introducirnos en el ambiente y la cultura vietnamitas. Recibimos ayuda de personas que nos veían algo desorientadas, incluso en un par de ocasiones algunas personas nos contrataron un Grab (algo así como un Cabify vietnamita), explicándonos el precio que deberíamos abonar al conductor. Lo hicieron desde su propio móvil, pues nosotras al no tener tarjeta SIM no podíamos descargarnos la aplicación sin gastarnos una fortuna en datos. Y con estas ayudas pudimos visitar la Pagoda del Emperador Jade y ver el exterior de la catedral de Notre Dame, que estaba cerrada por reformas. También pudimos pasear por la calle de las librerías y tomar algo. Básicamente impregnarnos del ambiente y el ritmo vietnamitas, tan distinto al nuestro.
Finalmente, y tras más de 24 horas de viaje, llegamos al aeropuerto de Hue. Eran las 11 de la noche, y nos preocupaba cómo llegar hasta el resort donde nos íbamos a alojar, pero cuando salimos de aeropuerto teníamos a un pequeño grupo de hermanos y hermanas que nos habían ido a buscar en furgonetas a todos los que nos encontrábamos en la misma situación. Fue maravilloso sentirnos tan cuidadas por la sangha. Y esta sensación se mantuvo durante todo el viaje. Qué bonita práctica la de cuidarnos los unos a las otras como una gran familia.
RETIRO 24-25-26 DE ENERO
Los tres primeros días celebramos un retiro en el resort en el que nos alojábamos, lo cual nos permitió descansar del viaje e ir calmando poco a poco cuerpo y mente. El resort era un espacio precioso, junto al “río perfumado”, que fluía sin cesar, enviando un profundo mensaje… parecía decir: déjalo fluir… Se dice que la gente de esta zona de Vietnam fluye con calma y tranquilidad por la influencia milenaria del fluir de las aguas de este río.

Las habitaciones eran cabañas de madera salpicando una colina, de la que podíamos subir y bajar andando o en coches eléctricos que estaban a nuestra disposición. Humedad, exuberante vegetación, árboles floridos, pájaros, el río fluyendo… En este entorno tan inspirador celebramos este mini-retiro, facilitado principalmente por las hermanas Tue Nghiem y Dinh Nghiem, y los hermanos Phap Luu y Phap Dung. Y en el que también pudimos disfrutar de la presencia de la hermana Chan Khong, que nos ofreció sus cantos y sus cuidados en una sesión de relajación profunda.
Éramos algo más de 150 personas llegadas de más de 30 países de todo el mundo. El país del que venían más practicantes era Estados Unidos, lo cual no nos extrañó, al ser tan extenso y tener tres monasterios de nuestra tradición. Nos distribuyeron en familias para compartir y para los viajes que posteriormente hicimos en autocar, y eso nos permitió empezar a conocernos un poco más.
Las charlas del Dharma fueron casi un compartir de los hermanos y hermanas sobre la experiencia vivida con Thay, especialmente en sus inicios en la práctica en Plum Village. Anécdotas en las que pudimos ver la parte humana de los hermanos y hermanas y también la de Thay, siempre con alguna enseñanza subyacente… como la anécdota que nos contó el hno Phap Luu: en un viaje con Thay, llegaron algo justos de tiempo al aeropuerto, y todos se miraron con preocupación, no atreviéndose a correr por el aeropuerto, hasta que el propio Thay puso a todos a correr para no perder el vuelo. Claro, Thay siempre nos enseña a no ir con prisa, pero dependiendo de las circunstancias, ¡hasta él se permitió acelerar el paso! Tuvo que ser divertido ver al grupo de monjes y monjas con sus hábitos a medio correr por el aeropuerto.
A lo largo de estos tres días nos fuimos sumergiendo en el ritmo del retiro y fuimos conectando con los comienzos de Thay como activista en defensa de la paz en Vietnam y también en Plum Village, donde acabó creando una comunidad de práctica tras ser exiliado en su país, precisamente por defender la paz. Pudimos entender cómo fue adaptando, introduciendo o modificando algunas prácticas del budismo tradicional según su manera de entender el budismo. Por ejemplo, supimos que la práctica de detenernos cuando escuchamos el sonido de una campana para volver a nuestra respiración y a la plena consciencia, es propia de nuestra tradición. También que la meditación caminando tiene tanta relevancia en nuestra tradición porque a Thay le fue de mucha ayuda en momentos difíciles de su vida, cuando estaba pendiente de lo que sucedía con los refugiados que estaban navegando en botes en los mares de Vietnam y no les daban asilo en otros países. Su frustración y su sufrimiento los aliviaba mediante la meditación caminando, a veces durante horas y horas, para calmar sus emociones y poder dar respuesta a situaciones muy difíciles, desde la paz interior y la compasión. También nos contaron, no sabemos si en serio o medio en broma, que con las lluvias y la tierra fina de Vietnam, lo mejor es caminar despacio para no resbalar y caer. Así que ésta podría ser otra razón para caminar despacio y en plena consciencia.
VISITA A ROOT TEMPLE (TEMPLO RAÍZ)
Poder visitar Root Temple, el Templo Raíz, fue una experiencia inolvidable. Las hermanas Dinh Nghiem y Tue Nghiem fueron una verdadera inspiración, por el modo en que nos iban anunciando lo que íbamos a conocer y luego las explicaciones que nos iban dando antes de llegar a cada lugar, con anécdotas y experiencias que nos trasladaban a los primeros años de la vida de Thay.

El Templo Raíz es un monasterio muy amplio, con grandes espacios que rodean los edificios en los que se encuentran la sala de meditación, el Templo Raíz, y demás construcciones para los monjes y visitantes. Se llega a través de una carretera estrecha que parte de la carretera comarcal, que es donde nos dejó el autocar. Llama la atención la cantidad de personas y vehículos que circulan por esta estrecha carretera, sin demasiado orden, pero imperando la calma y la paciencia… Iniciamos el recorrido desde el autobús hasta Root Temple en meditación caminando, los miembros ordenados con nuestras chaquetas marrones tras las monjas, en plena consciencia y sintiendo la trascendencia del momento. Muchas personas nos miraban y en muchos casos nos saludaban con un namasté y una leve inclinación, especialmente cuando veían a las hermanas que nos guiaban. Recorrimos unos 300 metros por aquella estrecha carretera y llegamos a una puerta que nos adentraba ya en el monasterio, a través de un camino con zonas verdes a ambos lados, en uno de los cuales se veían tiendas de camping y muchas motocicletas. Fue hermoso acercarnos como una sangha en meditación hacia el Templo Raíz…
Avanzamos y llegamos hasta la Three Doors Gate, la Puerta de las Tres Puertas.
La puerta del centro suele estar cerrada. Se abría en la antigüedad cuando venía el emperador, y en la actualidad se abre solo en ocasiones muy especiales. Se abrió para recibir a Thay en su primer viaje de vuelta a Vietnam, tras el exilio de 39 años. Y de nuevo, cuando regresó para quedarse definitivamente en Hue. Nosotras la vimos abierta el día de las ceremonias en honor a Thay.
Justo enfrente de esta puerta, al otro lado de la carretera, hay una pequeña colina, la Spring Yang Hill, un pequeño monte en el que se encuentra una estupa en la que es tradición que las personas que quieren deshacerse de una estatuilla de un Buda, o algún texto budista, lo puedan dejar aquí, pues no se deben tirar sin más. Y allí queda hasta que alguien la recoge para llevársela a casa. Por lo que nos contó la hermana Dinh Nghiem, Thay rescató varios de estos textos. A esta colina, Thay llevaba las vacas a pastar durante los seis meses en que era el encargado de esta tarea. Mientras los monjes comían, él traía las vacas para que comieran, y luego les preparaba el lecho con hojas del entorno para que pasaran la noche. La tierra de esta zona de Vietnam es roja… como los labios de un niño… pudimos ver en qué se inspiró Thay para su precioso poema: la Three Doors Gate, la tierra roja, el sendero hacia el
monasterio:
Por la puerta desierta
llena de hojas caídas
sigo el pequeño sendero.
La tierra es roja
como los labios de un niño.
De repente,
soy consciente
de cada paso que doy.
En meditación, lenta y silenciosamente, cruzamos la Three Doors Gate y rodeamos el estanque de la media luna que queda justo al otro lado, donde pudimos ver los escalones que se introducen en el agua, y en los que un joven Thay se sentó en bastantes ocasiones, con los pies en el agua, mientras pelaba la jackfruit, la fruta del árbol del pan, una fruta típica de la zona que tiene una cáscara muy pegajosa. Allí pelaba la fruta y con el agua evitaba que las manos le quedasen pegajosas. Era inevitable esbozar una sonrisa al imaginarlo sentado en esos escalones con los pies metidos en el agua, sonriendo…
Tras estos meses cuidando de las vacas, el joven Thay pasó a ser el asistente personal de su maestro, al que veneraba. Según nos contó la hermana, su maestro tenía costumbre de sentarse en una mesa en particular, y cuando el joven Thay pasaba por delante de esa mesa hacía una inclinación, como si el maestro estuviera presente físicamente. De ahí la costumbre que tenemos en nuestra tradición de guardarle un sitio en la sala de meditación, y de saludar a la sangha con: “querido Thay, querida Sangha”, sintiendo su presencia aunque no esté físicamente presente.
De aquella época de juventud sabemos que hizo alguna trastada, como pintar en un pilar del templo, estando por supuesto prohibido, un mensaje: “los seres vivos son incontables, pero yo hago el voto de liberarlos a todos”, motivo por el que se llevó una reprimenda por no respetar el templo. En el interior del Templo Raíz se pueden ver los altares de los patriarcas que precedieron a Thay. El primer patriarca quiso ser enterrado en una estupa en este lugar, y fueron sus discípulos quienes empezaron a construir el templo en su honor. Se abrió este linaje, y Thay es el quinto patriarca desde entonces. Pero a diferencia de los anteriores, Thay dijo que no quería ser enterrado en una estupa, sino que quería ser incinerado, lo cual alegró mucho al gobierno de Vietnam, pues andan muy escasos de terrenos para enterramientos, y esta decisión de Thay ha supuesto que otras muchas personas se decidan por la incineración en vez de por el enterramiento, como ha sido tradicional en Vietnam. Las cenizas de Thay se repartieron entre todos los monasterios de su tradición, incluyendo Root Temple, por ser su Templo Raíz y donde pasó sus últimos años.
A la entrada del templo hay una impresionante figura de Buda, sentado y sonriente, y tras el Buda hay un patio en torno al cual hay varios altares, uno de ellos el de Thay, su altar como quinto patriarca, presidido por una foto en la que se le ve ataviado según la tradición del templo, con la mitra y la estola amarilla.

Entramos al templo por el lado izquierdo, como se hace en general en los templos budistas, y salimos por el lado derecho. En el interior del templo pudimos visitar la habitación en la que se alojaba su maestro, presidida por una foto del propio maestro, que le regaló Thay a su vuelta de Saigon, tras estudiar allí. Nos la mostró una hermana de sangha de Thay, que hablaba de él con emoción, pues estuvo con él hasta que cumplió los 18 años y tuvo que irse a un monasterio de monjas.
Thay estuvo estudiando durante unos años siendo joven, y cuando regresó al Templo Raíz se encontró con su maestro, y con todo respeto le entregó un obsequio, una figura tallada en madera que representa un maestro, que ha quedado en esta habitación en la que se alojaba.
Maestro y discípulo estuvieron hablando durante más de una hora, de pie y con los brazos cruzados en el pecho, como marcaba la tradición. Su maestro lo apreciaba y quería especialmente, y de hecho fue el único de sus discípulos a quien envió a Princetown a estudiar. Cerca del templo de los patriarcas se encuentra la sala de meditación, donde había también un altar en honor a Thay, con sus cenizas en una preciosa hornacina de cerámica, junto a sus objetos personales (sanghatti, bol), y las flores y frutas habituales en los altares. Allí íbamos pasando en silencio y postrándonos en señal de respeto.
Junto a la sala de meditación se encuentra la cabaña en la que vivió Thay cuando regresó a Vietnam tras sufrir el ictus. Solían sacarle a la terraza para que tomara el aire y para que los visitantes pudieran saludarle. Esta cabaña la han dejado expuesta con sus objetos personales, la cama en la que dormía, su escritorio, su chaqueta… se puede ver todo desde el exterior, a través de las ventanas.
Thay respetó mucho a sus maestros y a su tradición, pero también es cierto que introdujo muchos cambios en la práctica, debido a su amplia y profunda visión de lo que convenía hacer para extender la práctica a personas laicas. Especialmente al irse a Europa y conocer la cultura occidental se dio cuenta de que había que adaptar la práctica a los tiempos actuales para hacerla más asequible. Entre los cambios más relevantes que introdujo está el dejar de hacer una transmisión lineal de su linaje, y pasó a transmitir la lámpara a muchos monjes, monjas e incluso hermanos y hermanas laicos. Esto supone un gran cambio en el budismo vietnamita. De hecho, en la actualidad, todos los monjes y monjas de la tradición de Plum Village, tras ocho años ordenados reciben la lámpara y pasan a ser maestros y maestras. Thay decía que el próximo Buda será una Sangha, hasta tal punto daba importancia a la comunidad.
También hizo una importantísima labor de rescate de los sutras en los que se basa el budismo para traducirlos y hacerlos más comprensibles, reactivando el estudio de los sutras y la aplicación de sus enseñanzas a la práctica. Las hermanas nos explicaban todo esto y nos transmitían hasta qué punto la tradición está viva, la construye la Sangha día a día. Éste es el espíritu de Thay, cuestionar las convenciones desde la plena consciencia, no practicar con rigidez. La práctica de la meditación sentada con Thay se ha acortado, y es más flexible que la práctica zen tradicional. Si surge dolor o entumecimiento está permitido cambiar de postura con lentitud y plena consciencia., siempre escuchando el cuerpo, cuidándonos. Las ceremonias son más breves, y los cantos y mantras también se reducen. Se potencia la plena consciencia más que los rituales.
Pudimos visitar en el interior del monasterio el cementerio de eunucos. Los eunucos en Vietnam tenían muchas dificultades para ser enterrados, porque normalmente son los descendientes de los fallecidos quienes cuidan de las tumbas, y ellos lógicamente no tenían. Así que se ofrecieron a ayudar en la construcción del monasterio a cambio de tener allí un pequeño cementerio para reposar tras su continuación. Nos contaron que a ese cementerio acudía el joven Thay con frecuencia siendo novicio con uno de sus compañeros para coger setas. Y no era difícil imaginarlo… Además de este cementerio, en el interior del monasterio había muchas estupas y tumbas, que se encontraban salpicando el lugar.
Por la tarde tuvimos una meditación de servicio, cortando verduras para la comida del día de la Gran Ceremonia, pues estaba previsto que a ésta asistieran muchas personas, y había que darles de comer.

Quienes habéis estado en Plum Village sabéis lo agradable que es este trabajo en comunidad, y la cantidad de cestos y bandejas que se preparan. Imaginaos lo mismo multiplicado por quizás ¡diez veces! Varios grupos de personas, algunos trabajando sobre mesas, otros sentados en pequeños taburetes, cortando verduras y setas que iban quedando en los cestos, cada cual de un color. Nos sentimos en casa. Al día siguiente por la mañana tuvimos una sesión de Preguntas y Respuestas muy interesante, donde entre otras cosas nos contaron que el pin amarillo que llevábamos en nuestras chaquetas, en el que se lee en vietnamita “den di thong dong” (coming and going in freedom, venir y partir en libertad), es el equivalente al pin negro que se suele llevar en Vietnam cuando hay un fallecimiento de un ser querido, especialmente padre o madre, durante los dos años que dura el duelo. Así que, tras las ceremonias del día 29, había que soltar este pin, pues supuestamente habría terminado el período de duelo. Habrá que buscarle un lugar acorde con el cariño y el significado que tiene… Gracias Thay por enseñarnos a sonreír incluso cuando recordamos que ya no estás físicamente entre nosotros. Por la tarde, después de comer, participamos en la Ceremonia de Ofrenda de la Gran Compasión hacia Todos los Seres, que se celebró frente al Templo Raíz. Una ceremonia muy solemne, en la que estuvimos escuchando cantos y mantras, mientras algunos de los monásticos se postraban frente a la Bodhisattva de la Gran Compasión. Fue una larga ceremonia, pues duró una hora y media, durante la cual no nos movimos de nuestra postura, de pie y en actitud de namasté. Nos hizo sentir en nuestros cuerpos y mentes los efectos de estas largas ceremonias, muy propias del budismo más tradicional, y a las que no estamos acostumbrados. Los cantos acabaron por formar parte de nosotros.
Las ceremonias que se celebraron el día 29 en honor a Thay fueron organizadas siguiendo la tradición de Root Temple. Pero el día 28 por la tarde, después de cenar, acudimos allí para un encuentro organizado por los monjes y monjas de Plum Village. “Sharing memories of Thay´s life” (Compartiendo recuerdos de la vida de Thay). Una de las prácticas que nos definen es la práctica del compartir, y éste fue el compartir en honor a Thay de toda la Sangha.
Se celebró en la sala de meditación, junto al altar en el que estaban sus cenizas. La mayoría de nosotros tuvimos que seguir la práctica desde el exterior, a través de grandes pantallas y con un sistema de traducción, dado que muchos de los poemas y cartas que se leyeron fueron en vietnamita.
Para abrir la práctica, con toda solemnidad, recibimos al hno Phap Luu que traía unos libros que depositó a los pies del altar. Según nos contó posteriormente, estos libros eran las enseñanzas que Thay dejó a su sangha monástica y relatos de sus viajes. Tras él, una hermana traía un juego de té para servírselo al maestro. Fue precioso sentir la presencia de Thay a través de estos gestos. Y a continuación los hermanos y hermanas, sentados en círculo, fueron compartiendo algún poema, alguna canción o alguna experiencia con Thay. Especialmente emotivo fue el compartir del hno Phap Huu, que contó cómo en una ocasión siendo su asistente, Thay salió improvisadamente de la sala de meditación, y todo el mundo salió tras él. Nuestro joven hermano se agobió porque lo perdía, y salió despavorido en su búsqueda gritando, “dejadme pasar, soy el asistente de Thay”, queriendo protegerlo. Y de repente alguien le agarró por la parte trasera del cuello de la chaqueta, y escucho la voz de Thay diciéndole, “No me trates como a alguien especial, tú y yo somos lo mismo…” También contó que de jovencito, recién llegado a Plum Village, él tenía muchos complejos e inseguridades, y que en una ocasión en que Thay le percibió azorado e inseguro, le dijo mirándole a los ojos, “you are enough” (tú eres suficiente). Habló de él con tanto cariño que nos emocionó a todos.
29 ENERO: GREAT MEMORIAL CEREMONY (Gran Ceremonia en Memoria de Thay)
El día de la gran ceremonia nos levantamos temprano, como era habitual. Meditación sentada a las 5.30h., desayuno, y a las 7h ya estábamos en el autocar para llegar temprano al Root Temple. Todo el monasterio estaba lleno de gente. Grupos de practicantes y familias con niños esperaban en tranquilidad a que empezara la ceremonia. Ambiente tranquilo y muy respetuoso. Había varias pantallas enormes distribuidas por el monasterio para poder seguir la ceremonia sin dificultad, y a través de los altavoces en un momento dado se empezaron a escuchar cantos y mantras. A los miembros de la Orden se nos había asignado un espacio en uno de los caminos por los que iba a pasar la comitiva, de forma que se nos viera como una sangha, la sangha de Thay. Aunque a lo largo de la mañana nos fuimos moviendo por todo el monasterio.
La ceremonia constaba de varias partes, cada una con su significado simbólico, y era muy bonito ir viviendo en plena consciencia cada uno de estos significados y ver a nuestros queridos monjes yendo de acá para allá en procesión tras un monje que portaba una preciosa campana abriendo paso. Otros llevaban sombrillas amarillas, flores, incienso… todos ellos ataviados con sus trajes de gala.
La primera ceremonia fue para purificar la cabaña en la que se iban a dejar depositadas las cenizas de Thay. Esta pequeña cabaña está situada junto a la casa en la que se alojó los últimos años, y tenía ya preparado un altar con flores, fruta, dulces y la foto de Thay con la lámpara. La procesión esparció bendiciones con una flor que abunda mucho en el monasterio, tanto en el interior de la cabaña como en el exterior, dando la vuelta en el sentido de las agujas del reloj, entre cantos. Desde la cabaña, en procesión, todos en namasté, fueron hasta la sala de meditación, la Full Moon Hall (Sala de la Luna Llena) donde se encontraban las cenizas de Thay. Cantos y mantras ante el altar de Thay en la sala de meditación.
El hno. Phap Ung tuvo el honor de transportar junto con otros dos venerables maestros la preciosa hornacina de cerámica que contiene las cenizas de Thay por todo el monasterio hasta llegar a la cabaña, para depositarla en el altar de la cabaña, entre cantos y postraciones. Desde la cabaña la procesión pasó por el Root Temple, donde se detuvo para hacer una ofrenda de arroz al Buda, en gratitud, también entre cantos.
Desde el Root Temple la procesión continuó hasta la sala de meditación, para hacer homenaje a Thay y celebrar su transición a patriarca, el 5º patriarca del linaje de Root Temple. En esta ocasión nos repartieron el canto del Sutra del Corazón en vietnamita y pudimos participar en la ceremonia más activamente, y os podemos asegurar que fue muy emocionante. El resto del tiempo estábamos a lo largo de los caminos del monasterio, nos inclinábamos al paso de la comitiva, o íbamos a ver las ceremonias en las distintas pantallas. Pero este canto compartido fue un momento muy especial, allí estaba la sangha española, cantando en vietnamita en honor a nuestro querido Thay, junto con toda la sangha internacional y los monjes y monjas llegados de todo el mundo, acompañando a los monjes a los que escuchábamos a través de los altavoces, todo el monasterio unido en el canto.
Desde la sala de meditación, de nuevo la comitiva salió hacia el Root Temple, en esta ocasión llevando sus objetos personales, el sanghatti y el bol, hasta el altar que le honra como quinto patriarca. En esta ocasión fue el hno Phap Huu uno de los honrados para llevar estos objetos de Thay. En atención plena, procurando no tropezar, pues a lo largo de los caminos hay desniveles y escalones. Y entre cantos y mantras fue terminando esta preciosa y emotiva ceremonia. Aprovechamos este momento de concentración y emoción para ir a visitar a Thay a su cabaña, y tras dar una vuelta en meditación a su alrededor, entramos y nos postramos con humildad y gratitud, en nombre de toda la sangha española. Fue tan emotivo estar presente en esta ceremonia… Pudimos darnos cuenta de la diferencia entre las ceremonias y rituales de la tradición vietnamita que vivió Thay en sus inicios, respecto a lo que hemos aprendido y practicado en Plum Village. En cierto modo pudo resultarnos un poco ajeno a nuestras costumbres, pero no podíamos negar la potencia y la fuerza de todos estos cantos y mantras. Y nos pareció muy profundo que Thay, que introdujo tantos cambios en la práctica en los monasterios que fundó, decidiera venir aquí a pasar sus últimos años, volviendo a sus raíces, sabiendo que la ceremonia sería organizada por los monjes del Templo Raíz y seguiría estas formas, y que toda la sangha estaríamos aquí para encontrarnos con sus raíces, con respeto y devoción. Es posible que él hubiera preferido un homenaje más sencillo, pero seguro que aceptó con cariño y gratitud estas muestras de amor y respeto que se le brindaron en su Templo Raíz.
Este día estuvimos allí más de 2000 personas homenajeando a Thay, unos 650 monjes y monjas, y unas 1500 personas laicas. Tras la ceremonia vino la comida. Había varias hileras de comida para servirnos, y varios comedores o simplemente banquetas y taburetes repartidos por el monasterio en los que sentarse. Había una mesa al lado del altar de Thay en el interior del Templo Raíz, en la que comieron varios monjes, charlando de manera relajada. Qué sensación de estar en casa, qué naturalidad, qué manera de fluir… A pesar de que éramos tantas personas, apenas había un leve murmullo, todo el mundo encontró un lugar en el sentarse, nos hacíamos hueco uno a otros con una sonrisa y con la sensación de formar parte de una gran familia, de la amada comunidad de la que Thay hablaba con Martin Luther King. Por cierto, junto a su altar había una foto de cuando coincidieron en EEUU, charlando amistosamente.
VISITA AL INSTITUTO DE ESTUDIOS BUDISTAS BAO QUOC
En este instituto cursó estudios Thay siendo joven. Nos encantó pasear por sus jardines, con preciosos árboles frutales y con un gran Dragon Tree (Árbol Dragón). También pudimos visitar su templo en honor al Buda o ver incluso alguna de las habitaciones. Este instituto siempre mantuvo relación con Root Temple, y los jóvenes novicios estudiaban allí. Fue muy emocionante ver a algunos monjes en clase, aplicándose en sus pupitres. Era fácil imaginar a Thay en la misma actitud, sobre todo porque nos contaron alguna de sus trastadas de juventud, como cuando en una ocasión, estando la comunidad en la sala de meditación, se dedicó a tirar piedrecitas sobre el tejado, perturbando la práctica. Le cayó una regañina y el castigo habitual: pasar un rato de cara a la pared. Tras estar castigado un rato, el maestro le increpó: “Qué! ¿estás feliz con esto?” A lo que él le respondió con seriedad: “Sí, maestro, muy
feliz”. O que se subía a un árbol del patio central, para leer sin que lo encontraran maestros ni compañeros y así estar tranquilo.
VISITA A LA PAGODA TRUC LAM Y A LA ESTUPA DEL MAESTRO LIEU QUA.
La pagoda Truc Lam se erige en honor al maestro Lin Chin, maestro muy admirado por Thay, hasta tal punto que uno de sus poemas sirve de inspiración para ir poniendo los nombres del linaje de las personas que reciben la Transmisión de los 14 Entrenamientos de la Plena Consciencia y entrar a formar parte de la Orden del Interser, siguiendo las palabras que forman el poema, ¿lo recordáis?:
“El gran camino de la realidad
Es el océano puro de nuestra verdadera naturaleza.
La fuente de la mente penetra en todas partes.
De las raíces de la virtud brota la práctica de la compasión.
Preceptos, concentración y visión profunda,
La naturaleza y la función de los tres son una.
El fruto de la sabiduría trascendente
Se puede realizar estando maravillosamente juntos.
Mantén y transmite el maravilloso principio
Con el fin de revelar la verdadera enseñanza.
Para que la realización del verdadero vacío sea posible,
Sabiduría y acción deben ir juntas.”
Tras visitar la pagoda, nos dirigimos hacia la estupa de Lieu Quan, gran maestro en la tradición vietnamita y fundador en el siglo XVIII de la Escuela Lam Té, basada en la escuela Linji, que es actualmente la orden monástica más grande del país. Como podéis ver en el certificado de ordenación los miembros ordenados por Thay, somos la novena generación de la línea de Lieu Quan, y la 43ª de la escuela Linji. Este monje se inició en el templo muy joven, pues su madre murió siendo pequeño y el padre lo dejó allí. Cuando llegamos hasta allí y nos bajamos del autobús, vimos con alegría que un buen número de monásticos nos esperaban sentados en unas amplias escaleras de piedra, y nos recibieron con una canción. Momento alegre y maravilloso. Juntos nos dirigimos en plena consciencia hacia la estupa, en torno a la cual dimos tres vueltas en meditación caminando, en silencio y en actitud de respeto, siguiendo el sentido de las agujas del reloj, y terminamos con tres postraciones. Estas visitas resultaron muy conmovedoras, nos trasladaban a las raíces de la práctica de Thay, que son las nuestras. Y hacerlo en compañía de la sangha monástica resultaba muy profundo; somos uno, la sangha monástica y la sangha laica inter-somos, somos la continuación de Thay. Éramos uno con Thay y con todo su linaje.
CEREMONIA EN VINH HANG, lugar donde se celebró la cremación de Thay.
Esta ceremonia nos regaló uno de los momentos más emotivos de todo el viaje. Imaginad una amplia explanada, presidida por una imponente figura de un Buda blanco de pie, con su serena y bondadosa sonrisa. Más de 200 monásticos con su sanghatti de gala, muchos asistentes laicos, todos en torno a la enorme placa conmemorativa de Thay, con su busto esculpido en piedra. Silencio y solemnidad, palabras en homenaje al maestro y a su profunda práctica de compasión y amor a la Madre Tierra. Cantamos todos en círculo el canto a Avalokiteshvara, y era difícil no emocionarse: todos en círculo cantando el mismo canto, monásticos y laicos, seguidores de Thay de todo el mundo. Al terminar el canto, con la mente y el corazón unidos, iniciamos lentamente una meditación caminando, siguiendo a la hermana Chan Khong. Resultaba impresionante ver a tantas personas caminar en fila de a dos, primero los monásticos con sus trajes de gala, después íbamos el resto de asistentes, muchos con nuestra chaqueta marrón, en una lenta y ceremoniosa meditación, tras la cual terminamos el acto con el Canto de Toma de Refugio en el Buda, el Dharma y la Sangha, con toda su belleza y profundidad. Antes de marcharnos, tuvimos la oportunidad de hacernos una foto de recuerdo con el maestro. Éramos muchas personas las que esperábamos para ello, pero había espacio y tiempo para todas, y con suavidad y cariño fuimos pasando ante Thay para retratarnos junto a él. Cada momento supuso una práctica de respeto y gratitud, de fluir como hermanos y hermanas.
VISITA A THAN TRUNH, el pueblo de origen de la familia paterna de Thay.
Thay nació en Hue, y allí vivió hasta los cinco años, en que la familia se mudó a Than Hoa, el pueblo de la familia materna, ubicado en el norte de Vietnam. Allí vivió hasta que a los 16 años entró como novicio en el Templo Raíz. Aquella era una zona muy pobre, y fue muy castigada por la guerra. Thay hizo muchas colectas para poder enviar comida y recursos a estas zonas, para que los niños pudieran comer al menos una vez al día en tiempos de guerra y posguerra. Than Trunh, el pueblo de la familia paterna de Thay, es un pueblo pequeño, con campos cultivados y caminos sin asfaltar, muy humilde pero muy alegre. Pasamos junto a un colegio y todos los niños se asomaron a las verjas para saludarnos y sonreírnos, como pequeños Thays. Allí pudimos visitar la casa del linaje de su familia paterna. Nos recibieron un primo y una sobrina de Thay, emocionados con la visita, y nos mostraron el libro con el árbol genealógico de la familia paterna de Thay, situado en la parte central del altar en su honor, en la parte delantera de la casa. Cada linaje familiar tiene una casa matriz que va pasando de hijo mayor a hijo mayor en el caso de Vietnam del norte, y al hijo menor en el caso de Vietnam del sur, y él es el responsable de cuidar de la casa matriz y de toda la familia. Gracias a este árbol genealógico, Thay pudo contactar con algunos de sus primos cuando le fue permitido regresar a Vietnam. Estando en el exilio, Thay expresó muchas veces su deseo de que cuando el régimen vietnamita cambiara, sus discípulos tuvieran la oportunidad de conocer la tierra de sus ancestros, y cuando visitábamos estos lugares sentíamos que estábamos cumpliendo este deseo de Thay, y eso nos hacía muy felices. Estábamos allí, la Sangha de Thay, honrando a su linaje familiar, pasando ante su árbol genealógico con respeto y gratitud. A pesar de que Vietnam es un país comunista, las familias tienen propiedades y tierras. Y la tradición es que las tierras se reparten entre todos los hijos, con lo cual las parcelas van siendo cada vez más pequeñas, pero todos tienen la posibilidad de salir adelante, y además lo hacen juntos, y se apoyan unos a otros. Muchos pueblos se especializan en cultivar o fabricar un determinado producto, como por ejemplo palillos, y así unen los esfuerzos de la comunidad en un objetivo común. La familia es muy importante en Vietnam, en cada casa hay un altar en el que se honra a los ancestros, y los niños son tratados con mucho cariño y paciencia. Pudimos observarlo en los aeropuertos, en los aviones y en general en la ciudad, donde nunca vimos tratar con dureza o alzando la voz a ningún niño.
VISITA A TRUC LAM, un centro de estudios fundado por un compañero de estudios de Thay para estudiar y difundir artículos y textos sobre budismo. Thay colaboró mucho con este compañero escribiendo artículos budistas, se tenían mucho aprecio. Pudimos visitar la biblioteca en la que se guardan los textos, con estantes de madera llenos de libros y revistas especializadas en torno a grandes mesas decoradas con figuras de maestros y bodhisatvas, jarrones y preciosas flores. Este centro está vivo, de hecho, vimos a un anciano escribiendo en una pequeña mesa, en uno de los porches. Estos centros tienen su propio templo, con altares a los ancestros y maestros, y jardines con árboles en los que pasear y meditar. Era fácil trasladarse a tiempos lejanos… Y fue en este centro de estudios, en el interior del templo, a uno de los lados del altar principal, en el que vimos retratos de mujeres que estuvieron allí colaborando en las labores de estudio y difusión de los textos. Nos agradó mucho ver este reconocimiento en aquellos tiempos, en los que las mujeres no gozaban precisamente de igualdad. También Thay introdujo muchos cambios en sus monasterios en este sentido, equiparando a monjes y monjas en muchos aspectos, a diferencia de otras tradiciones budistas. Pero este tema lo dejamos para otra ocasión, sigamos con nuestro viaje.
VISITA AL PALACIO IMPERIAL
Impresionante palacio construido entre los años 1804 y 1833, fue el centro político de Vietnam durante décadas. En él vivieron 13 emperadores con sus esposas y concubinas (¡hasta 150 llegó a tener alguno de los emperadores!) y con todo el personal a su servicio. Allí se honra a todos los emperadores en un templo en el que se ha ido colocando a cada uno en su altar, con su retrato, sus ofrendas y flores. El harén tenía su propio edificio y sirvientes, la esposa principal y la madre del emperador también tenían sus propias casitas, cerca de la del emperador.
Allí supimos que los animales sagrados en Vietnam son cuatro: el dragón, que simboliza el poder y la libertad; un animal con cuerpo de perro y cabeza de dragón, que simboliza la sabiduría; la tortuga, que simboliza la longevidad; y el ave fénix, que simboliza la belleza. Todos se pueden ver representados en esculturas y pinturas en los palacios y en los templos.
VISITA A FRAGANTES HOJAS DE PALMERA y al TEMPLO VIEN GIAC
Este día fue realmente como estar con Thay en sus años más jóvenes. Fuimos como sangha al lugar donde Thay construyó Fragantes Hojas de Palmera, una comunidad de práctica para poder retirarse y practicar solo o con sus hermanos, y reponerse del cansancio y el sufrimiento que suponía ayudar a quienes más lo necesitaban, los pobres y las víctimas de la guerra. Las hermanas nos propusieron que al menos la mitad del viaje hasta allí en autocar lo hiciéramos en silencio, y esto fue un verdadero acierto. Llegamos en calma, conscientes de lo especial que era esta visita, y en meditación caminando fuimos acercándonos hasta el lugar en el que se encontraba la cabaña de Thay, ahora un espacio con restos de cenizas. Impresionaba ver el lugar arrasado por la guerra e invadido por la exuberante vegetación. En aquella zona, Thay plantó unos pinos originarios de Hue, su tierra natal, cuyas hojas tienen tres agujas, a diferencia de los pinos del lugar, cuyas hojas tienen solo dos agujas. Eso nos permitió reconocer en el suelo las hojas de los pinos que plantó Thay, y con mucho cuidado y emoción recogimos algunas para traerlas a nuestros altares y a la sangha. También en aquellos días Thay plantó unos eucaliptus, y cuando tras treinta y nueve años de exilio regresó a este lugar, sin decir nada y para sorpresa de sus acompañantes, empezó a caminar hasta abrazarse a uno de estos impresionantes eucaliptus. Así que otro momento muy emotivo fue poder abrazar ese hermoso árbol al que hace unos años se abrazó Thay con emoción, tras tantos años de haberlo plantado. Todas las cabañas de este lugar quedaron arrasadas por la guerra. Thay había dedicado casi dos años a desbrozar las tierras y construir las cabañas que habitaban y en las que practicaban. Cuando Thay se fue a Princetown lo hizo pensando que su estancia allí sería por unos tres meses, pero luego, con el discurrir de los acontecimientos, no pudo volver. Fue en aquel entonces, en plena guerra, cuando Thay le dejó a su amigo Thay Than Tu un poema sin título, que podéis encontrar en el libro “Llamadme por mis verdaderos nombres”, y que el hermano Pha Luu, estando sentados bajo los pinos, nos leyó a todos:
Las nubes sirven de blanda almohada a la cumbre de la montaña.
La brisa es fragante, la brisa huele a capullos de té.
El gozo de la meditación permanece inalterable.
El bosque ofrece aromas de flores.
Una mañana nos despertamos,
El tejado envuelto en niebla.
Con risa jovial, nos despedimos.
El clamor de la música de los pájaros
Nos reenvía a los diez mil caminos
Para contemplar un sueño tan generoso como el mar.
El parpadeo del fuego de un horno familiar
Calienta las sombras del atardecer al caer.
Impermanente, la vida vaciada de sí,
Llena de impostores cuyo suave hablar
Oculta un malvado corazón.
Con la confianza intacta
Y el corazón en paz me despido.
Los asuntos de este mundo son simples sueños.
No olvidéis que día y meses corren
Tan raudos como un potro salvaje.
La corriente del renacimiento y la muerte se disuelve,
Pero nuestra amistad nunca desaparece.
Cuando el gobierno comunista repartió y vendió todas las tierras de la zona, una familia seguidora de nuestro maestro compró el terreno que había sido de Thay para preservarla del gobierno comunista. Eran un humilde matrimonio con 9 hijos, de los cuales 5 llegaron a ser monjes. Este matrimonio apenas tenía medios para subsistir, y necesitaron ayudas de Thay y la hermana Chan Khong para poder reconstruir alguna cabaña en la que poder vivir. En los comienzos hubo temporadas en las que sobrevivieron a base de frutos silvestres. Conocimos a la mujer y a uno de los hijos que vive con ella. Viven en una cabaña que se ha podido reconstruir, y en cuya parte delantera han puesto un altar en honor a Thay, en el que pudimos ver la foto de Thay y la del marido, ya fallecido. Uno de los hijos de este matrimonio falleció por comer un fruto venenoso, y su foto se puede ver también en Plum Village, por expreso deseo de Thay, como muestra de cariño a toda la familia. El padre era poeta, y defendió
aquellas tierras de los vecinos que querían apropiarse de ellas, y alguna pedrada al parecer se llevó en algún enfrentamiento. Siempre les decía a sus hijos que ellos no heredarían estas tierras, porque aunque tuvieran legalmente su titularidad, estas tierras eran de Thay. Thay las había comprado en su día, pero el gobierno consideraba que los monjes no podían tener propiedades, y de hecho éste fue al parecer uno de los argumentos que emplearon para justificar el cierre del monasterio que Thay fundó en 2008. Para Thay fue muy importante que esta familia cuidara estas tierras, y por eso les ayudó siempre que pudo y les consideró amigos del corazón.
Esta visita fue maravillosa, muy emotiva, sentíamos a Thay en cada pino, en el aire que respirábamos. Comimos de picnic en la colina y después fuimos al VIEN GIAC TEMPLE, un templo en el que Thay daba clases a jóvenes que tuvieran inquietudes espirituales. Lo hacía fuera de su horario lectivo, antes de que empezaran sus clases por la mañana. El templo está situado sobre una colina, y las vistas de la ciudad son preciosas, sobre todo con la puesta de sol. Fue saliendo de este templo, un día tras terminar las clases, cuando el joven Thay vio a una monja muy hermosa de la que se quedó prendado, y tal era su enamoramiento que escribió un poema en el que dijo “algo bloquea mi camino”. Pero este obstáculo de juventud fue superado, y él siguió su profunda aspiración de servir a todos los seres como monje. Con esta monja mantuvo correspondencia durante algún tiempo, pensando que nadie conocía el sentimiento que les unía, pero en realidad sí había personas que sabían de sus sentimientos. Y esta bella historia sobre su primer amor está relatada con gran delicadeza en el libro de Thay “La esencia del amor”.
VISITA A ONE PILAR TEMPLE, en Hanoi
Este templo se llamó en un principio Templo de la Plataforma de la Flor de Loto, y fue construido en el siglo XI, durante la dinastía Ly. Su arquitectura es única, pues se encuentra en mitad de un estanque y se asienta sobre un solo pilar, representando la unificación del budismo que se produjo en aquel momento en Vietnam. El templo fue destruido varias veces durante la guerra y reconstruido, y Thay lo tomó para el logo de Plum Village para recordarnos nuestras raíces espirituales. Fue bonito ver este templo y reconocer en él nuestro querido logo. De alguna manera cuando veamos el logo nos recordará este templo tan pequeño y coqueto, rodeado de parques y jardines.

VISITA A LA MONTAÑA YEN TU Y A TRANG AN
Érase una vez un rey que quería ser monje. Dejó el palacio y el reinado en manos de su hijo y se marchó a meditar, a encontrar su camino espiritual. Esta historia nos recuerda a Siddhartha, el príncipe que dejó su palacio para encontrar el modo de comprender el sufrimiento del mundo y encontrar el modo de ayudar a liberarse de ese sufrimiento a todos los seres, hasta iluminarse y transmitir sus enseñanzas a todo el que se acercaba a escucharle. A este rey se le llamó Tran Nhan Kong, que significa Rey con el corazón de un Buda, y vivió en el siglo XI. Se fue a las montañas, concretamente a la llamada montaña Yen Tu, y allí estuvo meditando en soledad y ascetismo en una cueva, hasta que alcanzó la iluminación.
Pudimos ver esta cueva y beber del agua del que bebió Tran Nhan Kong durante su retiro, procedente de las entrañas de la tierra. Este rey inspiró mucho a Thay, porque fundó la Escuela Bosque de Bambú, de importantísima relevancia en Vietnam, introdujo la compasión en la práctica del pueblo vietnamita, que hasta entonces se había guiado por supersticiones, y además, desde las montañas donde construyó sus templos, defendió al país de dos invasiones mongolas. Fue un rey guerrero y también líder espiritual. Los últimos dos días de nuestra peregrinación estuvieron dedicados a este rey y a las raíces del budismo vietnamita. A los pies de la montaña Yen Tu, a la que se retiró este rey, se ha construido un resort, para poder alojar a los múltiples visitantes que vienen cada año a conocer esta historia y rendirle homenaje a Tran Nhan Kong. Se han instalado unos funiculares para poder ascender hasta la cima del monte, donde hay una pequeña pagoda con un altar en su honor. Y un poco antes de llegar a ella, en una planicie, se puede contemplar un inmenso buda dorado, sentado sobre una flor de loto, que representa a este rey iluminado. Fue un
ascenso mágico, por caminos estrechos entre una frondosa vegetación. Incluso quienes cogimos el funicular tuvimos que ascender un buen tramo a pie, pero el esfuerzo mereció la pena, ver al Buda entre la niebla, y finalmente llegar a la pequeña pagoda en el pico del monte… Allí pudimos almorzar, cantar y trasladarnos a esos tiempos en los que esos montes supusieron el refugio de este rey monje y de los guerreros que defendieron esas tierras de la invasión mongola. El día anterior estuvimos en una zona en la que este rey también construyó varios templos que supusieron puntos de resistencia a los invasores, Trang An, en la provincia Ninh Binh.
Navegamos en pequeñas canoas por un río que fluía entre altos montes de cimas redondeadas, en algunos tramos casi formando un desfiladero, también en un día nublado, de grises plateados… Y atravesamos las entrañas de una de esas montañas, pues quiso la naturaleza que el río formara una cueva por la que discurre el río, una bellísima cueva, en la que en silencio pudimos contemplar lo que podría considerarse una obra maestra de la Madre Tierra. En varias paradas pudimos visitar templos en los que se honra también a este rey y sus hazañas en defensa de Vietnam de los invasores, con todo lujo de ornamentación y grandes figuras en su honor.

Una muestra de que se pueden combinar espiritualidad y belleza, pasado y presente… Belleza paisajística y contacto espiritual con nuestras raíces, las raíces de Thay. Las tierras vietnamitas han sido colonizadas durante 1000 años por China, y posteriormente durante 100 años por Francia. El pueblo vietnamita ha sufrido invasiones y guerras, ha atravesado mucho sufrimiento. Pero también tuvo la fortuna de tener un rey que quiso ser monje, y que tras su iluminación viajó por todo el país para difundir el Dharma, y con él este pueblo creció y evolucionó practicando el budismo, que estuvo impregnando la vida política, social y familiar durante siglos, y esto se nota en sus gentes, de trato amable y humilde, respetuoso, paciente y acogedor.
El último día antes de nuestro regreso, al pie de la montaña Yen Tu, participamos en una ceremonia de ordenación de cuatro nuevos miembros de la Orden del Interser, que son ya la 44ª generación de la línea de Linji, y que, como no podría ser de otra manera, su familia de ordenación recibió el nombre de familia Yen Tu.
Practicar durante este viaje con la Sangha internacional nos ha hecho vivir de manera muy directa hasta qué punto las enseñanzas de Thay han calado en personas muy diversas de todo el mundo. Y ha sido muy especial compartir como hermanas estos momentos, apoyándonos la una a la otra en todo momento, en las alegrías y también en los momentos de cansancio y dificultad.
Gracias, Thay, por habernos mostrado el Camino; gracias, Sangha, por acompañarnos en este viaje a nuestras raíces; y especialmente gracias, queridas hermanas Tue Nghiem y Dinh Nghiem, por el cariño que habéis puesto en la preparación, la guía y el acompañamiento en este maravilloso viaje.
Con gratitud, para toda la Sangha, Clara Roset y Nieves Martín
