¿Alguna vez has experimentado una sensación de alegría y una poderosa carga de energía solo al pensar que algo podría suceder en el futuro?
Hoy quiero compartir una reflexión que me surgió recientemente. He notado que, en ciertos momentos de mi vida, experimento una emoción de alegría y una sensación de optimismo solo al pensar que algo podría ocurrir en el futuro.
Me pregunté a mí misma: ¿qué es exactamente esta sensación? Entendí que se trata de la esperanza. La esperanza, para mí, es ese sentimiento positivo que me abre hacia el futuro, que me hace creer que las cosas pueden ir bien.
Es una fuerza interna que me sostiene en momentos de incertidumbre, permitiéndome ver varias posibilidades sin estar atada rígidamente a una única expectativa.
Por otro lado, me detuve a pensar que tener expectativas muy definidas sobre cómo deberían ser las cosas puede crear presión en mí y en los demás, y en algunos casos, sentirme decepcionada si las cosas no salen como había previsto.
Creo que una buena manera de abrazar estos dos aspectos es ver la esperanza como una disposición mental que me permite mantenerme positiva y motivada, sin llegar a crear expectativas, ya que su rigidez y presión abren la puerta a la pérdida de control y posibles decepciones.
En mi experiencia personal, he visto que la esperanza tiene un papel importante no solo en mi bienestar mental, sino también en mi conexión con algo más grande que yo misma. Sin embargo, también entiendo que hay diferentes puntos de vista sobre este tema.
Algunas personas ven la esperanza como un obstáculo para la proactividad, mientras que otras la consideran una fuente de inspiración para actuar.
Creo que la clave está en encontrar un equilibrio entre la esperanza y la acción que nos permita trabajar activamente para alcanzar nuestros objetivos, aceptando la incertidumbre y manteniendo una mente abierta.
¿Cómo ves tú la esperanza? ¿Es una luz que te guía en los momentos oscuros o un obstáculo que te impide tomar el control de tu destino?
Martina Amigoni (Sangha Wake Up)