Si te piden que imagines un frondoso y húmedo bosque lleno de musgo, probablemente te venga a la mente la visión de unas hojas grandes, de poca altura, decorando los márgenes con su discreta y esbelta belleza. Los helechos son plantas fascinantes que han habitado la Tierra desde tiempos inmemoriales. Habiendo convivido con dinosaurios, curanderos, druidas y peregrinos medievales, entre muchas otras comunidades, estas plantas sin flor, ni fruto, ni semillas, se consideran de las más antiguas de las que pueblan este bello planeta, con una antigüedad de 420 millones de años. De hecho, estas plantas vivieron en la época primigenia en que la atmosfera presentaba grandes cantidades de CO₂ y poco oxígeno, siendo pues, un ejemplo de adaptabilidad y resiliencia. En comparación con sus sobrinas (o nietas) las plantas con flor, los helechos no son muy eficientes a la hora de hacer la fotosíntesis y aprovechar la luz solar. Sin embargo, el tipo de hoja que tienen, llamada fronda, las hace altamente resistentes a la desecación y actualmente se considera que serán de las plantas que mejor resisten las consecuencias del cambio climático.
Los brotes de las frondas de los individuos jóvenes nacen enrollados, en forma de cabeza de violín o cola de mono, como se las llama en Francia y Asia, respectivamente, dos zonas en que se usan a menudo a nivel gastronómico. En nuestras latitudes los helechos no adquieren un gran tamaño pero en los trópicos pueden llegar a medir hasta 15 metros de altura. Decorando el envés de la hoja se pueden apreciar, en la época de reproducción, unas estructuras con relieve denominadas soros. Los soros son las estructuras en que se agrupan las esporas que cuando caigan al suelo y si las condiciones lo permiten, formarán un nuevo helecho. Los soros varían en color y forma y permiten clasificar a los helechos a nivel taxonómico en las 12.000 especies diferentes que existen.
De todas las especies de helechos, algunas se han usado durante años con fines medicinales como infusión o tintura. Por ejemplo, la especie Osmunda regalis L. (Helecho real) ayuda en la salud de los huesos, la ictericia, los parásitos intestinales o para tratar la diarrea de los marineros. Otra especie conocida, es el Lycopodium Clavatum L. que se puede encontrar en el Cantábrico y los Pirineos. Se usa en polvo para combatir la sudoración, ya que absorbe 50 veces más agua que los polvos de talco. En infusión ayuda en caso de problemas digestivos y como diurético. Finalmente, mencionar la especie Asplenium ruta muraria L. (Ruda de los muros) que se puede encontrar en los Pirineos y Sierra Nevada. Tradicionalmente, se usaba para tonificar el hígado y el riñón y para tratar llagas y quemaduras, entre otros usos. Aparte de los usos medicinales, los helechos se han considerado durante milenios un símbolo de buena suerte y protección.
Ahora que estamos en primavera os animamos a salir a pasear por el campo y buscar estos preciados compañeros. Y sobre todo no olvidéis darle la vuelta a la hoja y contemplar la belleza que se esconde.