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Flores para Thầy desde la Sangha

Thay «En el ahora» (por Ramón Carreras Juanico)

Thay, el maestro budista zen Thich Nhat Hanh, este poeta excelso, nos  ofrece no pocas joyas y, entre ellas, para mí, «En el ahora», una auténtica obra de arte. Viendo finalmente lo que siempre ha estado siendo visto, lo que se ve, al fin, es visto con familiaridad. Es tan íntimo. Lo muestra como algo tan claro.  ¿Cómo explicar aquello para lo cual no existen palabras? ¿Cómo hacerlo inteligible? En este aspecto, Thay es un experto. Mientras nos va mostrando su enseñanza con llana sencillez, de repente, se gira y exclama: «Ahora veo».

El destino -y un tanto de intuición- han querido que haya podido conocer a varios maestros singulares. Thay es para mí el referente más genuino de lo no dual y del zen.

Poeta, calígrafo, activista por la paz, ecólogo, maestro zen… amante de la música y de las artes, persona de gran erudición y sabiduría práctica. Precursor del budismo comprometido y de la ecología comprometida, acuñador de términos como el concepto “interser”. Todo ello en perfecta integración y coherencia: «Ser Paz», no se lucha por la paz, se es Paz, a cada paso. Thay habrá sido un ejemplo de equilibrio entre moral y ética.

Sin establecer comparaciones, Thay encarna la sencillez y claridad de aquel ser libre que, además de ser  un sabio y un erudito,  ha sabido fundir todo el espectro del conocimiento en una aleación dhármica asequible y útil, que te induce a ponerla en práctica.

Estar en su compañía ha sido para mí disfrutar de su andar, de su manera de comer, de su tranquilidad al esperar, de su aparecer, de la paz al beber el té. Su andar, su acción es no acción en estado puro. Gran exponente del linaje del patriarca zen Linji, heredado por mérito.

Tuve la suerte de conocer en forma física al maestro zen Thich Nhat Hanh el 2013.

Antes había estado en su presencia a través de algunos de sus admirables discípulos. Era suficiente para que el Dharma me fuera contado, porque algunas sabidurías requieren ser contadas y porqué lo más importe es “un buen amigo en el camino”.

Fui elegido para organizar su gira española del 2014 y viaje a Plum Village para pedirle si estaría dispuesto, además de ofrecer sus clases magistrales en el Paraninfo de la Universidad de Barcelona, a guiar una meditación pública bajo el Arco de Triunfo.

Durante aquellos días tuve la suerte de aprender a través de su manera de ir haciendo. Vivía en aquel entonces con sencillez,  en una cabaña de madera, sin lujos ni ostentación superflua. Su actitud, humilde y profunda, sinceramente cariñosa.

Si, estaba dispuesto y quería, pero sometió la decisión al ojo de la sangha monástica. Thay se considera siempre “un monje más” o “”una gota de agua más”

Antes de conocer Plum Village, he convivido en varios ashrams y he conocido bastantes organizaciones que, por ser humanas, algunas veces no cumplieron mis expectativas.

Mi contacto con bastantes monásticos y miembros de la sangha laica ha sido bastante estrecho y considero haber penetrado en el meollo de Plum.

Algunas cosas me han quedado totalmente claras: se trata de una comunidad regida por la concordia, absolutamente limpia, noble, donde priva la humildad y la sencillez, no hay círculos de poder, ostentación ni arrogancia, tienen y aceptan lo necesario, no siendo el dinero algo que les preocupe en absoluto, las prioridades son la harmonía y la paz, don profundamente libres. Lo que piensan, lo que dicen y lo que hacen procuran que estén en perfecta unión.

Ante muchos maestros los discípulos procuran el contacto directo. Al ser muchos los discípulos e interesados dicho contacto no puede llegar a ser estrecho y frecuentemente se generan rutinas de adoración. En Plum Village cada monástico es un maestro, un reflejo de la enseñanza de Thay.

Thay nos visitó en mayo del 2014, acompañado por sesenta monjes y monjas.  Después de 15 días de gira por Madrid y Barcelona, llegó el gran y último día, la meditación pública por la paz. Se cumplieron las expectativas dado que asistieron representantes políticos de la ciudad, los medios de comunicación se hicieron eco y sobrepasamos con creces el aforo que nos habíamos puesto como reto; más de ocho mil personas participaron durante aquella tarde. Parece ser que se trata del evento público más participado guiado por  el maestro zen Thich Nhat Hanh y, seguramente, la meditación pública más grande que haya tenido lugar.

Aunque no lo esperaba, después de tamaño esfuerzo recibí la más grande de las compensaciones. Yo había estado coordinando el evento desde la parte posterior del escenario. Al finalizar, mientras Thay bajaba las escaleras detrás del escenario, lanzó un rayo directo a mis ojos; nos miramos abiertamente de corazón a corazón. Una hermana me gritó: “¡Ramón, eres un buda!” Sé bien que no soy nada. 

Aquella mañana, al término de las conferencias en la universidad, los monásticos nos entregaron al núcleo organizador algunos detalles, en mi caso, una caligrafía que Thay me entregó en mano.  Mientras nos hacían las fotos, Thay susurró a mi oreja, como si fuéramos conocidos de toda la vida y quitándole importancia: “Solo somos una gota de agua más”. La caligrafía rezaba: Fluye como un río.

Ciertamente las cosas suceden, son lo que son; la conciencia fluye y se manifiesta de cien mil formas; mientras estos sabios intuyen la vida.  La conciencia se manifiesta en el caso de Thay de manera absolutamente coherente y previsora. Thay, siempre presente en todo, como aquel que no tiene «nada que hacer, ningún lugar al que ir», se muestra humano, capaz de reconocer sus emociones y acompañar sus sentimientos, coloca su cabeza entre las dos manos, no para que no lo veamos llorar, sino para ser capaz de acompañar y cuidar la ira que el sufrimiento pudiera hacer brotar de su corazón compasivo.

En varios escritos describe cuál cree que debería ser el papel de la sangha. «Un buda no es suficiente» nos dice; Thay repite que el Buda del futuro ha de ser la sangha. Intuyo la mano de la providencia (o de lo que sea) en la forma en que Thay, sin dejar de existir, ha estado retirándose de manera que las sanghas monásticas y laicas de su Orden del Interser han tenido que activarse, armonizarse  y organizarse.

Podemos verlo bien, vemos muchos sabios, muchos budas.


 

Querido y Venerado Maestro Thich Nhat Hanh. Gracias. (por  Lola Barbudo, True Silent Loving Kindness)

En el año 2003, fuí por primera vez a Plum Village, al retiro de familias de verano, con mi pareja en aquel momento y mi hijo. 

Como en muchas ocasiones, en la búsqueda espiritual y necesidad de acabar con el sufrimiento vital… 

Ahí conocí a Thay personalmente. 

Poco a poco sus enseñanzas y prácticas han ido calando profundamente en mi. 

Mi Mente siento que se va transformando y que cada vez voy teniendo un poco más de capacidad de comprenderme mejor y por lo tanto también a los demás… 

Quererme, aceptarme, comprenderme, y como consecuencia, también a los demás… 

En el año 2014, tuve la maravillosa oportunidad de participar en el retiro de El Escorial, con Thay y monjes/monjas de P.V.

Allí entre en la Orden del Interser de España. 

Todos los retiros en los que he participado, en bastantes ocasiones como voluntaria, me han ayudado a ir abriendo mi corazón, y nutrir todas las diversas semillas que hay en mi… 

Thay me ha ofrecido una guía preciosa por la que transitar la vida, cultivar mis relaciones personales con mi hijo, familia, amig@s, herman@s de sangha, etc. 

Con l@s cuales procuro hacer todo lo que puedo y siempre aprender de ell@s.

Es profundo agradecimiento,

admiración y amor, lo que siento por Thay. 

Cuando he tenido la preciosa oportunidad de estar cerca de él, me he sentido siempre en paz, presente, y en profunda armonía con todo y todos… 

Cuando hablo de Thay con otras personas, siempre me emociono, siento que mi corazón se expande… 

Gracias a él, cada vez siento más respecto, agradecimiento y amor por nuestra Madre Tierra, y una visión cada vez más profunda de todo y de tod@s.

Gracias querido Thay por entrar en mi vida y darnos un gran ejemplo de  humildad, sabiduría, amor y compasión… 

Siempre GRACIAS eternamente querido maestro.


 

«Alegria de vivir» (por Jorge Costas Solla y Alba Iglesias González, Sangha Terra de Presenza, Galicia)

 

Convivir con una niña de casi cuatro años nos ofrece continuamente situaciones nuevas y complejas que no siempre sabemos cómo resolver. Cuando hemos caído en un conflicto, nos preguntamos: “¿hacemos lo correcto? ¿exigimos demasiado? ¿encarnamos la forma de vida que queremos transmitir?”. 

En nuestros ancestros familiares, así como en la propia sociedad, reconocemos un legado de hábitos que nos empujan a responder con ansiedad, ira, frustración y torpeza. Con más frecuencia de la que quisiéramos, sentimos cómo esta fuerza se vuelve tan grande que acorrala nuestras semillas del despertar, de la compasión o de la atención plena, haciendo que todos nos veamos atrapados en una gran tormenta. Más tarde, cuando el viento amaina, nos sentimos inseguros, hasta puede que abatidos. Entonces, solo permanece una pregunta: “¿qué haría Thay?”. Esta se ha vuelto una pregunta muy poderosa, pues solo formularla restaura en nosotros la calma y la comunicación. Esas tres palabras son la clave que nos devuelve al camino que hemos elegido vivir.

Tras unos minutos de práctica, nuestras hermosas semillas vuelven a brotar. Comprendemos que la mayoría de cosas son menos importantes de lo que parecían, que disponemos de más herramientas para educar de las que creíamos y que, por encima de todo, el regalo más valiosa que podemos ofrecer se sostiene en la comprensión, el amor y la generosidad, especialmente la generosidad de tiempo.

Como padres, hemos visto en muchas ocasiones cómo la práctica de las enseñanzas de Thay rescataba a nuestra familia del naufragio. Por esto, la experiencia nos enseña que podemos confiar. Nuestro compromiso es no vivir reaccionando (a un hábito, a un miedo, a un yo), permaneciendo así pendientes de cada pensamiento, de cada palabra y de cada acción. Sabemos que cada respiración consciente nos mantiene en el bote de camino a casa, aunque naveguemos en mar abierto, y queremos que, quienes nos acompañan, puedan sentir esa misma alegría de vivir.

 


 

«Un camino de transformación y gratitud» (por Fátima Tamayo Ayarza)

Siempre recordaré el 2014 como un antes y un después en mi vida, como un año de gran transformación. Fue el año en que conocí las enseñanzas del venerable maestro zen Thich Nhat Hanh, mi querido Thay. 

Había participado en talleres de meditación, había escuchado la palabra mindfulness en mi entorno profesional (me dedico a la neuropsicología), pero fue gracias a la Dra. Olga Sacristán Martín, por quien conocí la tradición de Thay, aprovecho para darte las gracias una vez más, querida amiga.  Unos meses después tuve la suerte de conocer Plum Village, y hacer mi primer retiro junto con las hermanas de New Hamlet. Había llegado a casa, y así lo sentí, y así lo siento ahora al recordar las hermosas emociones y sentimientos que sentí al pisar esas maravillosas tierras del Momento Presente.  Había llegado, así de simple, había encontrado al fin mi familia espiritual, y con ello, el camino hacía el encuentro conmigo misma.

Desde entonces, mínimo una vez por cada estación, volvía a mi hogar, a mi querido Plum Village, a llenarme de esa energía bella y transformadora, a nutrirme de la práctica, de la hermosa sangha, y del Dharma. Cada enseñanza, cada práctica, tan sencilla, a la vez tan profunda, y tan sanadora, fue poco a poco liberando mi sufrimiento, ampliando mi conciencia y transformando mi vida, con ello mis relaciones, y mi posición en el mundo. 

Son tantos los regalos que me ha ofrecido esta práctica, que no tengo palabras para expresarlos, me ha transformado y transforma profundamente. Es difícil expresar con palabras todos los milagros que me han sucedido en estos años… en mi plano personal, me ha ayudado a conectarme más con mi verdadera esencia, y mi verdadero ser, a ser más compasiva conmigo misma, conocer más mis hábitos de energía, reconciliarme con mis antepasados y amar a mi niña interior.

Ahora, que debido a la situación mundial llevo tanto sin ir, soy mucho  más consciente aún de cómo la Comunidad de Plum Village ha nutrido y nutre una Fátima que me encanta, donde florecen semillas de compasión y resiliencia, de comprensión y amor desde lo más profundo, que toma conciencia, que se siente libre para caminar por el sendero de la vida… Cuánta gratitud siento por haber tenido la suerte de encontrar este Gran Camino… tan hermoso y verdadero. 

Siento que mis relaciones son más sanas, más conscientes, conmigo misma y con los demás seres. Thay me ha enseñado a comprender la naturaleza de las relaciones humanas desde una visión profunda, compasiva y amorosa, siento que ahora mis relaciones son sanas, sólidas, y hermosas. Siento que mi relación con la Tierra y con la Humanidad es más comprometida, y esto es una de las cosas que más me enamoraron de las enseñanzas de Thay, como nos transmite un profundo y verdadero amor a la Tierra y a toda la Vida. 

También siento que ha transformado mi vida profesional, en muchos niveles, y me siento inmensamente agradecida, la neurociencia y la neuroeducación cobraron mayor sentido al entretejerlas con las enseñanzas de Thay, creo que ahora soy mejor persona, mejor hija y hermana, mejor amiga y pareja, mejor educadora y docente, mejor neuropsicóloga…siento que a través de mí, puedo hacer llegar la práctica a otras personas, y eso me llena de alegría y motivación para seguir con diligencia por este sendero. 

Gracias Thay también por todas las personas bellas y maravillosas que han llegado a mi vida gracias a tu comunidad, a la Sangha, personas con quien puedo compartir y crecer en el bello camino de la plena conciencia. Especialmente quiero recordar a mi querido Jim, a quien conocí en Baguio, Filipinas, mi primera sangha. Gracias querido Jim, mi gran amigo, hermano mayor, mentor, un segundo padre, compañero de aventuras, gracias porque me has acompañado en la práctica, y me sigues acompañando con tu energía, aunque ya no esté más en esta Tierra, en esa forma. Gracias Jim por ayudarme a crear mi sangha en Palencia, por todas las aventuras que hemos vivido juntos, por los retiros compartidos en diferentes rincones del mundo, por ayudarme a cumplir juntos mi sueño de volver de Plum Village a Palencia en bicicleta.

Gracias Thay por el Gran Regalo que has ofrecido a la Humanidad y los Seres que la habitan, gracias por su sencillez, profundidad, sabiduría y compromiso…gracias por ayudarme a verme, a ver, a transformar, comprender y sanar…a vivir la Vida con sabor, con gozo, sintiendo que vivimos en un milagro constante. Gracias 


 

«El mestro que me enseñó la armonía de las semillas de la compasión». (Por Alberto Muñoz de Sus. Chân Đèn Xuân. Verdadera Lámpara de Primavera)

El conocimiento de la existencia de Thay fue por pura casualidad. Allá por mis comienzos por el camino de la meditación, detrás de los montes de mi ciudad, en la Casa del Desierto de la Paz, conocí la meditación zen. En uno de los retiros de verano allí, descubrí, en los libros de la casa, dos libros de Thay. Su lectura me impactó de tal forma, que conectaba en cada página de manera especial con lo que leía y me emocionaba, me llegaba directamente al corazón, me animaba a ser consciente de cada momento y me desarrollaba la compasión hacia los demás. Con el tiempo me planteé y busqué la manera de conocerlo en vivo. Fue en Gran Bretaña, donde la Community of Interbeing organizó un retiro de una semana en Nottingham, al que acudí. Todo lo que viví en ese retiro, y particularmente la presencia de Thay, su modo de actuar y sus enseñanzas, me impactaron de manera profunda en muchos aspectos, especialmente en lo espiritual. En ese retiro, el 29 de agosto de 2008, decidí recibir los cinco entrenamientos. Desde entonces supe que éste sería mi camino para vivir tanto individualmente como en grupo, la meditación, la espiritualidad y la plena consciencia.

De vuelta a casa practicaba solo, y con el paso del tiempo, observaba que de alguna manera, apenas avanzaba en el camino. Entonces recordé cómo Thay nos había animado a formar sanghas, así que finalmente me decidí a formar una. Entonces, al practicar con más personas, comprendí desde lo más profundo, la importancia de tener una comunidad con la que practicar y florecer juntos. El enriquecimiento y el avance de todo el grupo, paso a paso y progresivo, ha sido más que evidente con el paso del tiempo.

Las enseñanzas de Thay y la práctica me han llevado desde la situación en la que muchas veces me he encontrado, de poner el foco de atención en las dificultades de la vida y el sufrimiento, a experimentar más ganas de vivir, a ver las cosas buenas, bellas y maravillosas que hay en mi vida, y a confirmar que, en efecto, ya tengo condiciones suficientes para ser feliz en cada momento presente. Diría que en general me siento con más serenidad, plenitud y más armonioso. Asimismo acepto al otro aunque me excluya o me haga percibir sufrimiento. Claro está que estos estados en los que he conseguido ahondar que describo en estos párrafos son entrenamientos y por lo tanto, susceptibles de que avance y profundice siempre más.  

En relación con los demás, las enseñanzas y la práctica me han ayudado a estar más tranquilo, ser más ecuánime, aceptar las percepciones y puntos de vista de los demás, relacionarme de una manera más atenta, amorosa y compasiva, así como procurar aliviar aún más el sufrimiento de todos los seres. Ha aumentado el compromiso social que ya tenía, ahora de manera más notable con cada persona individualmente con la me relaciono. En relación con el compromiso ecológico, me he hecho mucho más consciente de que todo este planeta, la naturaleza, todos sus seres, son una expresión del Interser, de manera que mi conciencia y compromiso con la naturaleza se ha visto aumentado y acrecentado. 

Por último, la mejor manera que se me ocurre de responder cuando alguien me pregunta quién es Thay, es diciendo que ha sido quien me ha ayudado y enseñado de manera  primordial a ahondar en la serenidad, espiritualidad, en la paz interior, en la aceptación y en la práctica de la atención plena, elementos que los demás observan en mi vida y muchos me lo manifiestan, y que la mejor forma de que lo conozcan y puedan percibir algo de este camino es compartiendo con los demás algún vídeo suyo o compartiendo uno de sus libros para que puedan tener una experiencia de él y transformar e iluminar así algún aspecto de sus vidas hacia una vida más plena.

Gracias Thay, gracias Sangha. 


  

 

«Mi primera experiencia en Plum Village y con Thich Nhat Hanh» (por Encarna Sánchez Fuentes,  Sangha Ara i Aquí de Manresa)   

Visité por primera vez Plum Village en un retiro de verano, en julio del 2001. Fuí con Antonio, mi marido y 5 amig@s del centro de budismo tibetano, al que asistíamos con regularidad desde hacia años.

Me hacia muchísima ilusión conocer a Thay, pues había leído algunos libros suyos, que eran una gran inspiración para mi.

Me encantó mi estancia allí. Las charlas del Dharma de Thay eran maravillosas, lo que explicaba me parecía muy útil e inspirador para mi día a día. Me encantaba verlo en la meditación caminando, siempre con niños y niñas de la mano. Desprendía mucha luz y calma.

Aunque seguí en el centro budista de Manresa,  añadí a mi práctica  algunas meditaciones aprendidas en Plum Village. La meditación caminando, me proporcionaba mucha paz y me permitía gozar del paisaje de una manera diferente.  Fui siendo un poco más consciente de mis acciones del  dia a dia, especialmente de las comidas, (qué y cómo comía).  También  de mis relaciones, de mi trabajo…

 En mi clase de 3º de primaria, empecé a hacer paraditas con el sonido de la campana, eso nos ayudaba tanto a mis alumn@s como  mi a estar más atent@s y tranquil@s.

La práctica de Thay también me ha llevado a ser más comprensiva  en mis relaciones y a tomar mas conciencia y compromiso social y ecológico. Actualmente, además de cofacilitar la Shanga “Ara i Aqui” de Manresa, estoy en diferentes cooperativas de consumo: de alimentación y de servicios y colaboro con algunas O.N.G.s., tanto económicamente como con mi trabajo.

Lo que recuerdo con mucho cariño es que un día ya casi al final del retiro,  las enseñanzas de Thay,  versaron sobre el agradecimiento hacia nuestros padres y se hizo una  ceremonia muy bonita  llamada “De las rosas” . Nos ponían en el jersey a la altura del corazón dos rositas, hechas de ropa. Podían ser rojas si nuestros padres estaban vivos o blancas, si ya habían muerto. Yo tenía la suerte de llevar  mis dos rositas rojas. 

Thay nos había recomendado que, si nuestros padres estaban  todavía vivos, al llegar a casa, fuéramos a visitarlos para agradecerles todo lo que habían hecho por nosotr@s a lo largo de nuestra vida.  Yo así lo quise hacer, pero cuando les llamé al llegar para decirles que iba a ir a verl@s, no estaban en casa, llamé un par de veces más y no contestaron tampoco. Al cabo de un rato me llamó  mi cuñada para decirme que mi madre estaba ingresada en el hospital y que estaba bastante grave. Fuimos para allà y… efectivamente, mi madre había tenido un aneurisma de aorta y aunque estaba viva, estaba inconsciente. Entré en la sala de urgencias y le cogí la mano. Ella abrió los ojos y completamente consciente me dijo; Hola, ¿Ya habéis llegado de Francia?¿ Como os ha ido?. Yo la abracé y  le dije que nos había ido muy bien y también  pude darle las gracias por todo su amor, su cuidado y todo lo bueno que había aprendido de ella. Me sonrió y cerró los ojos, permaneció con vida hasta que llegó el resto de la familia. Después ya  descansó en paz,  sin dejar de esbozar una suave  sonrisa.

Aunque evidentemente su pérdida me ocasionó dolor y tristeza, el haberme  podido despedir de ella de esa manera tan bonita, me proporcionó mucha paz y aún ahora me emociono al escribirlo .

Otra cosa muy  bonita de mi primera estancia en Plum Village fue que compartimos esa maravillosa semana  con Luis del Val y Rosa Serrano,  en  la misma familia. Conecté mucho con l@s dos y por suerte, después de 20 años,  nuestra conexión y cariño aún  siguen vivos. 


 

 

«Para mí Thay es un ser de paz sin límites» (por María Jesús Palacios Ángel)

Querido Thay, querida Sangha, queridos amigas y amigos: 

Es un honor y una emoción muy grande el poder compartir en este boletín mi experiencia.  

En unos momentos difíciles llegaron a mi vida las enseñanzas de nuestro querido Thay. En el 2010 asistí en mi ciudad a una charla que impartían unos monjes recién llegados de Plum Village. Uno de ellos era el hermano Miguel, nunca había escuchado una charla tan amorosa como la de ese día, unas palabras tan sencillas y con tanto amor que fueron un bálsamo para mi sufrir, y me invitaron a reflexionar, abriéndose una gran puerta en mi vida.   

Más tarde encontré refugio en mi sangha de Sevilla. Las enseñanzas de Thay y la práctica me ayudaron a descubrir la plena consciencia y la manera de transformar tanto dolor. La compasión fue la clave, en primer lugar, tener compasión conmigo misma para poder verla más tarde en los demás pues todos necesitamos de esa compasión y comprensión. En la parte familiar había un gran trabajo que hacer pero la plena consciencia, la práctica, y mi Sangha fueron calmándolo todo, aunque aún estoy en ello, en ese camino de evolución y felicidad. 

Mi paso por Plum Village fue muy importante, recibí los 5 entrenamientos de la plena consciencia, y a partir de ese momento tomé un compromiso conmigo misma, con mi Sangha, y con todo lo que me rodea.    


    

 

«Caminando en silencio por la cabaña de Thich Nhat Hanh» (por Luis del Val)

Quiero contar una experiencia que viví con Thay durante un retiro de invierno en Plum Village y compartir cómo el mensaje y la transmisión de Thay son su propia vida.  

Fue durante un retiro de invierno en un día de plena consciencia donde nos reunimos todos los monasterios para practicar juntos, con charla de Thay, meditación caminando, comida, relajación y compartir, etc. Ese día se celebraba en el Upper Hamlet. Allí Thay se alojaba en su pequeña cabaña de madera situada en la ladera del bosque de robles con unas vistas preciosas de la campiña de la Dordogne, con masas boscosas, que en esa época invernal presentan unos tonos de color marrón, amarillos y rojizos, con gran cantidad de hojas de los árboles caídas por la finalización del otoño. Todo ello entrelazado con campos de cultivo, de girasol, de cereal y de viñas. 

La pequeña cabaña tiene en uno de los costados una zona con tarima de madera bastante espaciosa, más grande incluso que la propia cabaña.  Thay solía llevarnos allí a contemplar la luna llena o a ver las estrellas, a veces con una música suave de flauta o simplemente íbamos a escuchar el silencio nocturno salpicado de los sonidos de las aves nocturnas. 

Ese día, después de la charla del Dharma, nos reunimos debajo del tilo para comenzar la meditación caminando encabezada por Thay. Salimos tod@s a caminar en silencio y tomamos una dirección diferente a la habitual, nos dirigimos hacia la residencia de los monjes pasando por el estanque pequeño de lotos.  Al llegar a la altura de su cabaña Thay torció hacia la izquierda y se dirigió hacia ella.

Pensé para mí mismo: “Qué extraño que vayamos a la cabaña”, normalmente solíamos ir de noche y era mediodía, “Somos unas 200 personas, es evidente que tantas personas no cabremos sentadas en la plataforma y solo se podía volver y salir por el mismo camino”.

En esa ocasión nos esperaba una sorpresa inesperada. Después de bajar las escaleras que dan acceso a la cabaña, Thay abrió la puerta y nos invitó a entrar. Fuimos recorriendo todas las estancias; una habitación que hace de sala de salón, con un rincón con un cojín en el suelo para la meditación colocado enfrente de una ventana con vistas al valle. En una esquina, un colchón en el suelo para dormir. En otra estancia y a un costado del salón estaba una estancia pequeña que servía de cocina.

Pasamos al lado de su escritorio, que consistía en una mesa muy gruesa de madera muy vieja y rugosa, con algunos libros apilados encima. A su lado, una estantería grande apoyada en el suelo llena de libros, al pie de la estantería se encontraba su cama también en el suelo. Al pasar junto a la estantería, noté en mi bolsillo una bellota de roble y sentí ganas de dejarla en la estantería, pensando que Thay la vería en algún momento y admiraría su belleza como lo había hecho yo al recogerla en el bosque hacía unos minutos.

Comprendí de una forma extraordinaria y sin palabras que además de una humildad sincera, no había ningún secreto ni nada oculto en él, un hombre extraordinario y despierto. Le bastaba con una pequeña cabaña, un cojín para sentarse y admirar la naturaleza, un lugar donde descansar, una mesa de estudio, y una foto de su comunidad y de sus seres queridos. Que gran enseñanza. 

Gracias Maestro.

 

 



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