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La Cumbre del Clima de Glasgow

Tímidos avances ante la magnitud y la urgencia de la emergencia climática

Un año más se celebró la Cumbre de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, y un año más decepcionó a la ciudadanía por sus insuficientes avances para afrontar un problema que ya estamos sufriendo, con mayor frecuencia e intensidad, de fenómenos climáticos extremos como olas de calor, sequías prolongadas, lluvias torrenciales…

Durante dos semanas los gobiernos estuvieron reunidos para acordar un marco común en el que dar respuesta a un fenómeno que es global y que, por tanto, requiere ponerse de acuerdo para que los países actúen en la medida de sus responsabilidades y capacidades. Sin embargo, un año más los países industrializados desoyeron las voces de los más vulnerables, voces que los exhortan a que actúen ya para disminuir las emisiones que provoca el cambio climático, y que los compensen por las pérdidas y daños que ya están sufriendo en sus países de la forma más dramática, aunque son los menos responsables del problema. También los jóvenes demandaron justicia climática, más acción y menos bla, bla, bla.

Si bien los primeros días hubo múltiples anuncios y alianzas entre gobiernos y también en determinados sectores, lo cierto es que sus compromisos fueron de carácter voluntario y no se vieron reflejados luego en el texto final del acuerdo, el llamado Pacto del Clima de Glasgow. Lo que sí se recogió en el texto, por primera vez en estos acuerdos, fue la mención a la necesidad de poner fin al carbón y a los subsidios a los combustibles fósiles, si bien se les agregaron calificativos para hacerlos más débiles, como el de subsidios «ineficientes» a los combustibles fósiles, como si pudiera ser eficiente destinar dinero público al combustible que está alimentando el cambio climático. También en el último momento se cambió la expresión «eliminación gradual» de la electricidad generada con carbón por «reducción gradual» de la misma, lo cual diluye bastante este compromiso. En cuanto a la transferencia de recursos económicos y tecnológicos a los países vulnerables, se quedaron muy cortos. Se constató que no se había cumplido el compromiso adquirido en 2009 y ratificado en 2015 por el Acuerdo de París de transferir a los países en desarrollo 100.000 millones de dólares anuales a partir de 2020, y se solicitó a los países que lo hiciesen efectivo cuanto antes. Un avance en este sentido fue el compromiso de duplicar el Fondo de Adaptación. Como punto positivo destaca la inclusión del imprescindible papel de la naturaleza, tanto de los ecosistemas terrestres como marinos, reconociendo su vital función en la absorción de emisiones y en la adaptación al cambio climático.

El texto recoge el reconocimiento de los gobiernos de la necesidad de incrementar la ambición de los planes presentados para ser coherente con el objetivo de limitar el aumento de temperatura global a 1,5 ºC, el umbral que la ciencia considera que no debería superarse para evitar impactos catastróficos. A fin de lograrlo, es necesario reducir las emisiones a la mitad para 2030, lo que está muy lejos de los objetivos presentados por los gobiernos. Por tanto, se les pide que los revisen.

El cambio climático es un indicador de una crisis más amplia que estamos viviendo, y que tiene que ver con el tipo de relaciones que establecemos entre las personas y con la naturaleza, relaciones en las que hemos olvidado la interdependencia y el bien común. Necesitamos transformar la manera en que producimos y consumimos energía, alimentos, cómo nos movemos y nos relacionamos con la Madre Tierra.

Los gobiernos deberían crear las condiciones para este cambio de paradigma, pero comprobamos año tras año que avanzan poco y lento. La verdadera transformación requiere un cambio de conciencia, reflexionar cada una de nosotras sobre cómo contribuimos con nuestro consumo, nuestro dinero, nuestro modo de vida… Y actuar en la medida de nuestras posibilidades, con la alegría de formar parte de una comunidad más amplia que ya está en transformación. Para apoyarnos entre nosotros en el camino, desde el equipo Madre Tierra de la CBI vamos a iniciar una serie de talleres en esta dirección que hemos denominado «Hacia una visión del Interser con la Madre Tierra».

Como decía Gandhi, podemos contribuir a «ser el cambio que queremos ver en el mundo».

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