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Un baño de compasión

 

Hace justamente un año, más de 8.000 personas asistimos a la convocatoria del maestro zen Thich Nhat Hanh en Barcelona para extender un rezo unánime por la Paz.

Thay y sus monjes nos deleitaron con el canto a Avalokita.

Algunos habremos valorado la posibilidad de repetir la experiencia, pero Thay ahora no puede. Su delicada salud lo impide.

¡Fue tan precioso el baño de compasión con que nos deleitó mientras rezaba en el aire con aquel venerable encadenamiento de mudras e invitaciones de la campana!

Su cuerpo, su mente y su palabra en perfecta unión, junto a todos nosotros, emitiendo juntos bocanadas de energía por doquier. Transportando su mensaje de paz para todos los seres con el sonido de la campana. Compasión por el sufrimiento, comprensión, plena atención en el momento presente.

¿Habrá servido de algo la energía y el amor de nuestra plegaria?

Claro que sí.

Las energías siempre generan cambio.

No obstante el dolor nos rodea. Personas cercanas que mueren, crueles enfermedades nos acosan, suicidios…

Accidentes en masa, miles de inmigrantes perecen al buscar un poco de dignidad, la tierra se rebela e infringe la muerte a los más débiles…

Los abusos, la mentira y la perversión ya no nos sorprenden.

Tanta corrupción no puede ser normal.

Dolor y sufrimiento nos acompañan.

Sin embargo, no lo dudemos, el rezo surtió su efecto. En nosotros y en muchos seres y lugares.

En algún momento repetiremos la meditación por la paz. Con o sin Thay. Pero unidos y cercanos a él.

Para dicha ocasión habrá que prepararse a conciencia y crecer como familia espiritual como dignos seguidores de Thay.

Para dicho momento debemos comprender que:

«Aquel que se inclina y aquel que recibe la inclinación están, por naturaleza, vacíos.

Por tanto, la comunicación entre nosotros es inefablemente perfecta.»

Aquel que venera y aquel que es venerado, aquel que reza y el que es rezado están, por naturaleza, vacíos.

Ambos carecen de entidad separada. Están en conexión. Unidos.

El absoluto nos abarca e incluye a todos. Todos somos parte constituyente del todo. No hay separación.

Mediante nuestra meditación elevamos una plegaria a nosotros mismos, a todos y a todo.

Un rezo repleto de la energía de la plena conciencia en el momento presente, cargado de comprensión, rebosante de compasión.

Si sufres, si sufres por los que sufren, te animamos a transmutar el dolor en energía de compasión y amor.

Os animamos a elevar vuestro deseo de paz y amor hacia todos aquellos que tanto sufren y hacia la Madre Tierra que nos soporta.

Hacedlo en casa, junto a vuestra familia y con vuestros amigos, reunidos con vuestra sangha.

Un abrazo.

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