Prométeme,
prométeme hoy mismo,
prométeme ahora,
con el sol en lo alto
justo en el cénit,
prométeme:
aun si te abaten
con una montaña de violencia y odio,
aun si te pisan y aplastan
como a un gusano,
aun si te rompen y destripan,
que recordarás, hermano,
recordarás
que el hombre no es nuestro enemigo.
Lo único digno de ti es la compasión:
invencible, ilimitada, incondicional.
El odio nunca te dejará enfrentarte a la bestia en el hombre.
Y un día, cuando te enfrentes a esta bestia solo,
con tu valor intacto, los ojos tranquilos,
llenos de bondad, (aunque nadie los vea),
de tu sonrisa
nacerá una flor.
Y aquellos que te aman
te estarán contemplando
a través de diez mil mundos de nacimiento y muerte.
Solo de nuevo,
caminaré con la cabeza inclinada
sabiendo que el amor es ahora eterno.
Sobre el largo y duro camino,
el sol y la luna
seguirán brillando.
Thich Nhat Hanh dijo: «Escribí este poema en 1965 especialmente para los jóvenes de la Escuela de la Juventud para el Servicio Social que arriesgaron sus vidas todos los días durante la guerra, recomendándoles que se prepararan para morir sin odio. Algunos ya habían sido asesinados violentamente, y advertí a los demás contra el odio. Nuestro verdadero enemigo es nuestra ira, odio, avaricia, fanatismo y discriminación contra los hombres. Si vas a morir a causa de la violencia, debes meditar sobre la compasión para poder perdonar a los que te están matando. Si mueres en ese estado de compasión, eres realmente descendiente del Despierto. Incluso si mueres bajo la opresión, la vergüenza y la violencia, si puedes sonreír con perdón, tendrás un gran poder. En nuestro camino de servicio, hay momentos de dolor y soledad, pero cuando sabemos que Buda nos ve y nos conoce, sentimos una gran oleada de energía y una firme determinación para seguir adelante».