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Meditación caminando

 “Caminar en plena consciencia nos trae la paz y la alegría, y hace nuestra vida real…. 

Cada día caminas a alguna parte, de modo que añadir la meditación caminando a tu vida no te tomará un tiempo adicional ni requerirá que vayas a un lugar diferente.”


 Constantemente caminamos, pero con frecuencia se trata más de un correr. Nuestros apresura­dos pasos imprimen sobre la tierra ansiedad y pesar. Si podemos dar un paso en paz, podemos dar dos, tres,  cuatro y después cinco pasos por la paz y la felicidad de la humanidad y de la Tierra.

En la meditación caminando,  caminamos tan sólo por disfrutar caminando. Caminar sin llegar, esta es la técnica. Hay una palabra en sánscrito, apranihita. Significa sin deseo, sin finalidad. La idea es que no ponemos nada frente a nosotros y corremos tras ello. Cuando practicamos la me­ditación caminando, lo hacemos con este espíritu. Disfrutamos del caminar, sin ninguna finali­dad o destino particular. Nuestro caminar no es un medio para conseguir un fin. Caminamos por el placer de caminar.

Nuestra mente tiende a lanzarse de una cosa a otra, como un mono que salta de una rama a otra sin detenerse a descansar. Los pensamientos tienen millones de caminos y nos arrastran al mundo del olvido. Si podemos transformar nuestra senda en un campo para la meditación, nuestros pies darán cada paso con plena consciencia. Nuestra respiración estará en armonía con nuestros pasos y nuestra mente se relajará fácilmente de forma natural. Cada paso que demos reforzará nuestra paz y alegría dando lugar a una tranquila corriente de energía que fluirá a través de nosotros. Así podremos decir, ‘a cada paso, un suave viento sopla’.

Se puede practicar la meditación caminando siempre que tengas que andar, aunque solo se trate desde el coche hasta el trabajo o desde la cocina al salón. Siempre que andes hacia algún sitio, deja un tiempo suficiente para practicar;  si tardas tres minutos, date ocho o diez. Yo siempre que voy al aeropuerto me doy una hora extra para poder practicar allí la meditación caminando. Los amigos intentan retenerme hasta el último minuto, pero yo resisto. Les digo que necesito el tiempo. La meditación caminando es como comer. Con cada paso alimentamos nuestro cuerpo y nuestro espíritu. Cuando caminamos con pesar y ansiedad, es como una espe­cie de comida basura. El alimento de la meditación caminando debe ser de alta calidad. Se trata solo de caminar despacio y disfrutar de un banquete de paz.

A.J. Muste dijo, ‘No hay un camino hacia la paz, la paz es el camino’. Caminar en plena consciencia nos trae la paz y la alegría, y hace nuestra vida real. ¿Porqué andar con prisas? Nuestro destino final no será otro que el cementerio. ¿Porqué no caminar en la dirección de la vida, disfrutando la paz en cada momento y a cada paso? No hay que esforzarse. Disfruta cada paso que das. Cada paso te trae al hogar del aquí y ahora. Este es tu verdadero hogar, porque únicamente en este momento, en este lugar, puede ser posible la vida. Ya hemos llegado.

La Tierra es nuestra madre. Cuando nos alejamos durante mucho tiempo de la madre natura­leza, enfermamos. Cada paso que damos en la meditación caminando nos permite entrar en contacto con nuestra madre, y así poder estar bien de nuevo. Mucho daño se ha hecho a la ma­dre tierra de modo que es tiempo de besar la Tierra con nuestros pies y sanar a nuestra madre.

Algunos de nosotros puede que no podamos caminar. Cuando practicamos la meditación cami­nando en nuestros retiros, cada persona que no puede andar elige alguien que está practi­cando la meditación caminando para mirarle y hacerse uno con él, siguiendo sus pasos con consciencia plena. De este modo, da pasos serenos y pacíficos junto con su compañero, aun cuando él o ella misma no puedan caminar.

Los que tenemos dos piernas no debemos olvidar estar agradecidos. Caminamos por nosotros mismos y caminamos por aquellos que no pueden caminar. Caminamos por todos los seres vivos, pasados,  presentes y futuros.

 

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